ESTUPEFACCIÓN. No había hecho más que comenzar la huelga del transporte y ya no había combustible en la mayoría de las gasolineras. Gasolineras con el cierre echado y la luz de la reserva rutilante mientras los menos previsores se veían en la disyuntiva de dejar el coche varado o aventurarse a quedar tirados hasta no se sabe cuándo. Es un colapso total, la sociedad en un estado cataléptico que te hace reaccionar mal, tarde o nunca. La sociedad del confort hecha añicos, a hacer puñetas aunque que luego venga Zapatero echándole mucha culpa al maestro armero, léase monsieur Trichet, el alarmista baranda del Banco Central Europeo. Estas cosas, como todas, se sabe cómo empiezan pero pocas veces, prácticamente nunca, cómo terminan. Y la verdad es que viendo el panorama de ayer a mediodía en las gasolineras no más parece que el parón que nos acorrala empezó hace un mes... o más.
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