LAS EMPINADAS CUESTAS

Amparo Rubiales

La igualdad y la Constitución

A Jordi Solé Tura

LA Constitución del 78 ha sido un punto y aparte en nuestras vidas ciudadanas. Su propia y duradera existencia nos ha permitido disfrutar de una democracia estable, que ha propiciado que seamos, por fin, un país normal.

De ella destacaré dos artículos: el 14 y el 9, que regulan el principio de igualdad y de no discriminación -cara y cruz de una misma moneda- y la obligación de los poderes públicos de remover los obstáculos que impidan esa igualdad.

La catedrática de Derecho Constitucional María Luisa Balaguer ha escrito que la Constitución supone un importantísimo avance en materia de igualdad, que se consagra como un derecho fundamental de aplicación inmediata, pero que, por razones históricas obvias, no contiene una mínima perspectiva de género, lo que hace que el derecho de la mujer a la igualdad del artículo 14 se sitúe con el resto de las interdicciones de las desigualdades sociales y aquélla -es bien sabido- no es igual a éstas.

La desigualdad de las mujeres afecta a la mitad de la humanidad; las otras, a diferentes grupos sociales, de diversa naturaleza, compuestos por hombres y mujeres; esta diferencia no estuvo clara ni en el texto constitucional ni en su desarrollo, y hemos tenido que explicar que la desigualdad de género es algo transvesal que afecta a todas las mujeres, y que requiere también de la no discriminación -de la adopción de las denominadas medidas de acción positiva- para lograr la igualdad, y esto es más difícil de entender por el conjunto de la sociedad.

A diferencia de lo ocurrido en la elaboración de la Constitución de 1931, en la que una mujer, Clara Campoamor, formó parte de la ponencia constitucional, en la de 1978 no participó ninguna -algo que hoy sería impensable-; ésta sólo tuvo "padres", uno de los cuales falleció en vísperas de su 31 cumpleaños, Jordi Solé Tura, al que tuve la suerte de conocer y, por eso, admirar y respetar, como comunistas ambos primero -con toda la importancia que éstos tuvieron en los primero años de la Transición- y como socialistas después.

Hoy, algunos están empezando a plantear la reforma del texto constitucional, y a mí, que no me parecen mal ningún tipo de reformas, ésta no me gusta demasiado, pero si se hiciera habría que modificar el anacrónico y anticonstitucional artículo 57, ese que da preferencia al varón sobre la mujer en la sucesión a la Corona.

Con esta Constitución hemos podido vivir en paz y, cada vez más, en igualdad, demostrando que, aunque seamos diferentes, no somos desiguales; en este afán seguiremos hasta alcanzarla.

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