La tribuna

Fernando Faces

De la incertidumbre a la esperanza

UNA ola de esperanza y cauto optimismo invade el mundo económico y financiero. ¿Estamos tocando fondo? Los indicadores de confianza del consumidor, de los gestores de compra y los indicadores sintéticos, parecen dar señales de que lo peor ha pasado. La economía a ambos lados del Atlántico ha pasado de la caída libre al descenso controlado. Las bolsas celebran la fiesta con subidas difícilmente justificables. Se ha abierto el paracaídas del inmenso gasto público y de las megainyecciones financieras a la banca y seguimos cayendo, pero más lentamente.

Serán EEUU y los países emergentes los primeros en iniciar la recuperación. Alguno de ellos, como China, está ya dando las primeras señales de recuperación y despegue. De los países desarrollados, EEUU será el primero en iniciar la recuperación. La gran flexibilidad de su economía, la rápida respuesta de su gobierno y el decidido y fuerte impulso fiscal y financiero propiciarán su temprana recuperación. El consenso de los analistas sitúa este momento en el primer semestre de 2010. El ritmo de destrucción de empleo continua intensificándose siendo, probablemente, el último en recuperarse.

La economía europea también está lanzando los mismos mensajes. No obstante, el inicio de la recuperación se retrasará hasta el segundo semestre de 2010. La mayor rigidez de sus estructuras productivas y de mercados, unido a la tibieza y falta de coordinación de sus políticas fiscales y financieras, penalizarán su salida, que será más tardía y menos intensa en su recuperación. Antes de iniciar una recuperación fuerte y sostenida se tiene que reducir el alto endeudamiento de familias y empresas, sanearse totalmente los bancos y normalizarse el crédito, y esto todavía no ha ocurrido.

La tasa de ahorro privado está aumentando en todo el mundo a costa de un menor consumo, con un fuerte impacto tanto en la inversión como en el comercio internacional. Este ajuste, no solamente es inevitable, sino que también requerirá su tiempo. Es prioritario finalizar el saneamiento y capitalización de la banca, para que el agujero negro de la trampa de la liquidez no acabe absorbiendo y neutralizando los efectos del inmenso gasto público que están inyectando los gobiernos de los países desarrollados.

También la economía española, inmersa en un mundo global, empieza a dar síntomas de amortiguación de la caída libre de su economía. Sin embargo, sería muy imprudente pensar que cuando despegue el contexto internacional nuestra economía estará fuera de peligro e iniciará una potente recuperación. Probablemente nuestro país no iniciará un crecimiento positivo hasta el año 2011, si no somos conscientes de nuestra singular y propia crisis derivada de un mayor endeudamiento, una reducida productividad y competitividad, una mayor rigidez de los mercados de bienes y servicios (especialmente el mercado laboral) y un modelo económico poco diversificado, agotado y sin relevo. Tendremos que desendeudarnos y absorber, al mismo tiempo, ese enorme depósito de activos improductivos que es el millón de viviendas sin vender.

Familias y empresas empiezan a hacer sus deberes, desendeudándose, aumentando su ahorro, adelgazando sus estructuras, perdiendo lastre y mejorando su eficiencia, lo cual ya se empieza a reflejar en la mejora del déficit en la balanza en cuenta corriente. No obstante, todo ello llevará su tiempo y la travesía será larga. Las medidas adoptadas hasta ahora por el Gobierno tienen una finalidad paliativa con un enfoque social y a corto plazo. No obstante, la tarea para salir fortalecidos de la crisis plantea un reto mayor que es el de la mejora de la competitividad, que sólo se puede alcanzar acometiendo las conocidas y profundas reformas estructurales. De lo contrario saldremos de la crisis rescatados por la coyuntura internacional, pero arrastrándonos por la senda del estancamiento durante varios años, incapaces de alcanzar una tasa de crecimiento que garantice la creación de empleo.

Esto ya ocurrió en España en la década de los 70 y 80, como consecuencia de políticas inadecuadas y a corto plazo y de la incapacidad y falta de valentía para acometer las reformas necesarias. Esto puede volver a ocurrir. La tarea es inmensa, pero al mismo tiempo inevitable. Digamos la verdad a los ciudadanos por dura que sea, insuflemos optimismo desde el realismo, abordando la gran reforma económica e institucional que precisa este país. El reto lo podremos conseguir si lo hacemos desde la responsabilidad y el compromiso en un Gran Pacto de Estado de todos, Gobierno, oposición, empresarios, sindicatos y ciudadanos.

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