La ciudad y los días

carlos / colón

La infamia del escrache

DE Argentina se ha importado el escrache, palabra de moda que alude a lo que sus partidarios llaman legítima protesta ante la casa de un político, sus víctimas sufren como acoso y el sentido común democrático indica que es una infamia. Llevar la protesta ante el domicilio particular de los políticos es un acto profundamente antidemocrático, de raíz totalitaria, que no respeta ni la vida privada ni las familias de los políticos, menores de edad incluidos.

Esta práctica abusiva e indeseable debería cesar inmediatamente. Y todos los partidos deberían condenarla, en lugar de afirmar que las quejas de los políticos populares se deben al interés "miserable" del PP de desviar la atención del problema de miles de familias desahuciadas, como ha hecho el portavoz de ICV en el Congreso. Lo miserable, señor mío, es dar por bueno que se acose a los políticos en sus domicilios particulares para influir sobre sus decisiones, presionándolos y atemorizándolos a ellos y a sus familias.

El fin no justifica los medios. Una causa justa no autoriza el recurso a métodos coactivos que impliquen, además, a terceras personas inocentes. Nada más peligroso que la impunidad de la que se cree revestido quien se erige en defensor de los oprimidos. Algunos de los peores crímenes de la Humanidad se han cometido en nombre de la Humanidad, de sus libertades y sus derechos. A un paso del fanatismo, estas prácticas cruzan una línea democrática que jamás debería transgredirse. Antonio Basagoiti, amenazado con sufrir el escrache, ha dicho que las plataformas antidesahucios protestan ante las viviendas de los diputados del PP "de manera clavadita a como lo hacían los del mundo de ETA".

No se crean quienes se frotan las manos viendo a los políticos del PP acosados que están a salvo de estas prácticas. Recuerdo mi indignación cuando se hicieron pintadas en la casa de Alfredo Sánchez Monteseirín, cuando se tiró un petardo en el zaguán de la casa de Torrijos o cuando se hicieron pintadas, hasta con amenazas de muerte, en el domicilio particular de Gregorio Serrano. Políticos del PSOE, de IU y del PP. Cuyas actuaciones pueden gustar o no -quien tenga la paciencia de leerme regularmente sabe que no fui precisamente un fan de la gestión de Sánchez Monteseirín-, pero cuyas vidas privadas y familias son sagradas. Mal están las cosas cuando hay que recodar la obviedad de que atentar contra ellas es un acto infame.

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