José Manuel Menudo / Profesor De La Universidad Pablo De Olavide

La inflación y los tipos de interés

EN determinadas situaciones económicas, la concentración de malas noticias es tan veloz que los nuevos datos no aportan información significativa. Al ya comentado incremento del desempleo, esta semana se ha añadido la caída del índice de producción industrial, (-2,4 por ciento en diciembre). Por ello, resulta más interesante buscar explicaciones que datos. Sobre todo porque la economía española crece a un ritmo del 3,8 por ciento, uno de los mayores de la Eurozona. Para una posible explicación acudiremos al economista sueco Knut Wicksell (1851-1926), de gran relevancia hoy día por su teoría sobre las relaciones entre tipos de interés e inflación, que sigue guiando la actuación de los Bancos centrales.

Wicksell diferenciaba entre tipo de interés natural y tipo de interés bancario, siendo el primero el rendimiento esperado del capital. Un descenso del segundo hará que las inversiones sean mucho más atractivas, con lo que su volumen aumentará, originando una mayor demanda de bienes de capital que a su vez colocará el gasto total de la economía por encima de la producción. Este incremento provocará un aumento de los precios de los bienes de consumo y de los costes de producción, desencadenándose un proceso inflacionista que no se detendrá a menos que la tasa de interés bancario se incremente hasta alcanzar la tasa natural, punto en el que se dará una situación de equilibrio. Aquí tenemos inflación, crecimiento económico y un Banco regulador, como en España.

El BCE emplea su gran influencia en el tipo de interés para contener la inflación. Durante 2003, la inflación española se sometió al tipo de interés, para mantener un impasse hasta 2006. En enero de dicho año se inicia una escalada de tipos, desde el 4 al actual 6 por ciento, que consigue reducir la inflación del 4,2 al 2,2 por ciento del pasado agosto. Y a partir de este momento, la cuerda que vincula inflación y tipos de interés se rompe.

Wicksell confía a los Bancos centrales la detención del proceso inflacionista, sin tener en cuenta los posibles efectos del ahorro, del deseo de liquidez o de las expectativas. En España, el ahorro tiene un papel inexistente y las familias confían en el sistema financiero lo suficiente para no desear liquidez. Por lo tanto, la cuestión que nos resta son las expectativas de los agentes económicos y estas son muy negativas en la actualidad. Con gran probabilidad de error, podríamos aventurarnos a señalar al causante de esta desaceleración. Se trata de las malas expectativas de los agentes económicos, tanto consumidores como empleadores o productores. Es una posibilidad.

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