Anuestra juventud, por desgracia mayormente en paro e inexperta, y poco despabilada por su continuidad en el hogar de los padres, le hace falta una mili empresarial, a modo de erasmus sin salir de casa, pero pisando la calle, para aprender a crear una pequeña empresa. Un programa de emprendimiento tutelado, mediante programas de simulación, incubadoras del talento e incluso experiencias reales, para que se tiren a la piscina y aprendan a la fuerza a poner en marcha una idea, convertirla en actividad económica y aquilatar todo lo que depara la búsqueda del sustento y del beneficio. Lo necesitan como el comer.

Esa es la antesala a la verdadera reforma laboral que necesitan miles de bachilleres. Crear su empresa a la par que se siguen formando. Zoido, presidente-anfitrión del congreso nacional del PP, podría aportar esta idea a la reforma educativa. Y también el PSOE en su convención. Aprender a crear empresas y puestos de trabajo no es de derechas ni de izquierdas. El ministro Wert se ha manifestado en favor de entroncar la Formación Profesional al aprendizaje en el seno de las empresas, como se hace con gran acierto en Alemania. Hágase, por muchas inercias que sea necesario remover o extinguir. Mi propuesta es complementaria y extensiva. Todos los jóvenes, quieran ser médicos, mecánicos, ingenieros o historiadores, carecen de cultura de empresa. Y la deben tener todos, vayan a ser empresarios siempre, alguna vez o nunca. La empresa es un modo de organización indisociable a nuestra civilización, el éxito de las empresas es también el triunfo de sus trabajadores. La actual generación estudiantil tiene que familiarizarse con las dos caras de la moneda.

Todos lamentamos que la mayor parte de los jóvenes, cuando son encuestados, manifiestan que su aspiración es convertirse en funcionarios. Esa mentalidad es pareja a la predominante en quienes optan por limitarse a ser asalariados en la empresa privada. No es tiempo de lamentaciones, sino de transformaciones.