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Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Un largo lustro

UN hombre que sale en bermudas al hall de un hotel de Brasil a dar una palmada en el hombro al rey de su país en misión diplomática es probablemente el hombre más poderoso ese país, rey incluido. Por eso, cuando Emilio Botín dice que dentro de cinco años no nos va a conocer ni nuestra santa madre, debemos escuchar atentamente. El presidente del Santander incrementó decisivamente su poder cuando se hizo con los restos del naufragio perpetrado por Mario Conde en Banesto, operación más de alta política que de alta banca, un jaque casi mate a bancos hispanos, vascos y catalanes. Cuando Botín predice cosas sobre la marcha económica de este país en deconstrucción, debemos hacer caso, o al menos interpretar sus normalmente optimistas -y algo paternalistas- palabras. Según el banquero que ha conseguido en esta crisis aumentar su dominio en la competencia bancaria española, en cinco años no se nos va a reconocer. Pero si 20 años no es nada en una vida de tango, cinco años son una eternidad en la vida económica. Largo nos lo fía el oráculo de Santoña. Hace siete años, nadie podría imaginar que a estas alturas de la historia España iba a cangrejear de la forma drástica en que lo ha hecho. Aquí han llorado los ricos, sobre todo los que pasaban por tales sin serlo realmente o más que fugazmente, y no digamos los pobres; las clases medias caen escaleras abajo en una pirámide socioeconómica española reducida a dos escalones, una base enorme y un tramo reducidísimo y boyantísimo. Las certezas y pilares de los que estamos en la madurez -la cronológica al menos- no serán más que descripciones en las wikipedias que leerán nuestros hijos y nietos. Aunque Emilio Botín quiere dar ánimos, más de uno ha recordado aquel chiste en el que el piloto del avión pide al pasaje que se vaya poniendo el carné de identidad en la boca porque del castañazo que se van a dar no los va a reconocer ni la madre que los parió. No seamos agoreros, de acuerdo, no, que las casandras de guardia están ya un poco hartibles. Pero vaticinar que en cinco años todo va a estar fenomenal y tal es un canto al sol muy motivador para quien compre la visión de Botín, pero un canto al sol. Cabría sugerir que los depósitos del pensamiento de la gran banca intentaran vislumbrar tendencias más concretas. Como por ejemplo cómo van a ser las relaciones laborales de las futuras cohortes de españoles, que hoy ya aceptan cualquier cosa por encanallada que sea. La gran tasa de paro Made in Spain es la excusa perfecta para la laminación de unos derechos que son ya de ayer. Esa reforma estructural está servida. Se trataba precisamente de eso. ¿Sólo de eso?

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