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La campana

José / Joaquín / León

Los maestros que perdimos

HACE ya muchos años, cuando aún existían linotipias, escribí un artículo titulado Senectud Cofrade. A mi modo de ver era, y sigue siendo, tan importante como la Juventud Cofrade, aunque no estén en condiciones de organizar torneos de fútbol sala ni excursiones para capear vaquillas. Porque si los jóvenes aportan el empuje y la ilusión, los mayores tienen la experiencia y el conocimiento que se debe transmitir de una generación a la siguiente. Dicho a las claritas: los jóvenes cofrades deben aprender de los mayores, el saber se debe transmitir.

Esta idea la mantenemos muchos, quizá porque somos de la misma cuerda del esparto. Por ejemplo, lo he leído en Diario de Sevilla a Manuel Palomino, maestro de priostes, en la serie Mis personajes de Carlos Navarro Antolín el pasado miércoles. Decía Palomino que aprendió "y mucho" de cofrades como Miguel Román, José García Espina y Manuel Molina. Todo maestro tiene otros maestros que le han formado, que a su vez aprendieron de otros; y así podemos llegar, por los siglos de los siglos, hasta los que inventaron las cofradías.

También Manuel Rodríguez, ex miembro cualificado del Consejo de Cofradías, abundaba en esta idea en una entrevista publicada en el último Boletín de la Soledad de San Lorenzo, donde recuerda a cofrades soleanos de los que aprendió, y añade: "Cosa que quizá no se lleve ahora, el fijarse en los mayores". Y es que si las cofradías son como son (y como aún algunos no han conseguido que dejen de ser), es porque se ha llegado a eso gracias al trabajo de centenares de cofrades ilustres, maestros de hermanos mayores, de mayordomos, de secretarios, de priostes… Y también de capataces, costaleros, bordadores, orfebres, tallistas, doradores. Etcétera.

El problema es que ahora llegan algunos y se creen que están enseñados. Como me ha escrito otro ilustre capillita, "hay quien piensa que la Macarena la ha fundado Manolo García y el Gran Poder no existía antes de Enrique Esquivias". Y no es precisamente por culpa de Manolo o de Enrique, que son dos hermanos mayores con larga trayectoria e indiscutido pedigrí, sino por la ignorancia de quienes no conocen la historia de las cofradías. Que ésa es otra. Antes que nada, hay que leer a Bermejo, a González de León, a Sánchez del Arco, a Peyré, a Núñez de Herrera, a Santiago Montoto y a Juan Carrero, entre otros clásicos básicos.

Los maestros que perdimos fueron transmitiendo su saber. Por eso la Semana Santa de Sevilla ha llegado más o menos reconocible. El deber de los jóvenes (y de algunos maduritos que aún no se han enterado) es empezar por el principio, al lado de los que pueden enseñar. Nadie ha nacido con la ciencia capillita infusa. En esto se incluye también que ciertos experimentos se los podrían ahorrar. Y que es un desperdicio tener al margen de sus cofradías a personas que han aportado mucho.

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