Se ha publicado una obra que recoge un catálogo de "pesadillas de cofrades" (sic). El título no alude a esas visiones que nos asaltan a traición durante buena parte del año, y especialmente en la cuaresma y en la Semana Santa, sino a los malos ratos nocturnos que sufren algunos capillitas, que también tienen derecho al escalofrío. Yo me solidarizo con quienes figuran en esa antología, y quiero confesar que yo también sueño con imágenes espantosas, fantasmas que harían temblar al niño de El sexto sentido, ése que "a veces veía muertos".

Un día, sin ir más lejos, me levanté bañado en sudor pensando que el Miércoles Santo había incorporado una cofradía nueva a su nómina: por si fuera poco, entre las brumas del sueño alguien manifestaba -desde San Gregorio o desde el Palacio Arzobispal- que al año siguiente se iba a añadir otra el Lunes Santo, y que cabía la posibilidad de que más hermandades hicieran estación a la Catedral en los demás días de la semana. Muy borrosa es mi memoria de una pesadilla en la que un almacén repleto de Cristos repetidos y Vírgenes clonadas de poliéster tenía sus paredes cubiertas por un cartel de Semana Santa de aspecto anticuado, y que no era más que el reflejo triste de la espléndida obra que hizo en su día Carmen Laffón. Más difícil me resulta calificar la vaga sensación de un sueño en el que, con música de agrupación musical de fondo y tras un remedo de campaña electoral, yo contemplaba sorprendido una elección a presidente del Consejo en la que concurrían dos candidaturas oficiales y una semi-oficial, algo que sólo podía entenderse dada la devoción que se profesa en la ciudad a la Virgen de la Antigua de la capilla de la Puerta de Jerez.

Por suerte, uno se despierta y se da cuenta de que todo esto es fruto del inconsciente, travesuras del espíritu cuando está aletargado, y que la realidad es algo muy distinto. Menos mal, porque si noý