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El mandato de Susana

INMEDIATAMENTE después de las elecciones del 20-D, se multiplicaron los análisis que consideraban a Andalucía como la pieza básica a la hora de diseñar una alternativa viable para el nuevo Gobierno de España. La firmeza de Susana Díaz y el peso de los diputados andaluces en el grupo parlamentario socialista parecía que así lo indicaban. Hoy, dos meses largos más tarde, diríase que aquella conclusión fue, cuando menos, precipitada. En este 28 de febrero, diferente y expectante, renacen dudas teóricamente zanjadas en aquel otro que hoy conmemoramos. Nuestro futuro -lo subrayaba no hace mucho José Joaquín León en estas mismas páginas- lo están cocinando principalmente formaciones plurinacionales y partidos nacionalistas, en busca, entiendo, de una España asimétrica, alejada de esa igualdad que entonces reclamamos y ganamos en las calles.

No basta con que Susana se desgañite predicando "una concepción solidaria, inclusiva e integradora de nuestro país". Ésas son palabras que, comprobada su actual capacidad de influencia, se las lleva intrascendentemente el viento. Tampoco, con su promesa de que trabajará "con ahínco" para "no permitir que haya territorios con más o menos derechos". Muy al contrario, si es que la estructura pervive, en el mapa que se vislumbra sí que habrá españoles de primera, de segunda y hasta de tercera.

Puestas así las cosas, Díaz no puede refugiarse sólo en frases rotundas. Ella tiene un mandato claro de los andaluces: preservar nuestra posición de estricta igualdad, jurídica, económica y social, con el resto de comunidades que componen el Estado. No la envidio. Comprendo que se mueve en un terreno delicado, emparedada entre sus lealtades partidistas y su obvia responsabilidad histórica. Pero nos estamos jugando demasiado como para aquietarse en el inmovilismo. Tiene que hacer valer su fuerza, que es la nuestra, protagonizar destacadamente el tránsito hacia nacientes realidades y custodiar la llama viva de ese ideal andaluz que encendimos, con imparable ilusión, hace 36 años. Para eso, más allá de ideologías, cuenta con la inmensa mayoría de nuestro pueblo.

Porque sigo pensando que nada se conseguirá construir solidamente sin Andalucía, de Susana reclamo la estricta defensa de nuestros intereses; el coraje necesario para evitar que se nos ningunee en esta encrucijada; la valentía, al cabo, para salvaguardar lo que somos y, a las urnas me remito, aún queremos seguir siendo.

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