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La máquina de Dalio

AMÉRICA es tierra de gurús, y en su formidable elenco destaca Ray Dalio (Nueva York, 1949), hijo de un músico de jazz, propietario de Bridgewater Pure Alpha -el hedge-fund más prestigioso- y octogésimo octavo hombre más rico del planeta. Dalio, como por ejemplo Phil Jackson, practica la meditación trascendental. La consecuencia, siendo gurú, es más o menos inevitable: en la web cuelgan sus principios, una guía básica para profesionales cuyo titular sería aproximadamente Realidad (R) más Sueños (S) más Determinación (D) igual a Vida Exitosa (VE). Suena muy yanqui, sí, pero se basa en el sentido común, esa materia prima raramente utilizada.

Uno de los puntos álgidos 123 páginas zen después es su esquema del liderazgo, una fórmula presuntamente infalible que permite llegar a VE tras sumar R, S y D. La cosa funciona así: primero se fijan las metas, después se piensa la máquina y finalmente se obtienen los resultados. El núcleo de la teoría es la máquina, compuesta por el diseño (o la estrategia) y la gente (o los trabajadores).

El líder del proyecto y sus subalternos deberán observar asimismo cinco mandatos. A. Entender cómo gestionar el dolor para progresar. Dolor significa exigencia, afán de superación, sacrificio. Dalio habla del deporte: correr (el dolor) es un incordio al principio, pero acaba redundando en tu salud. B. Afrontar las realidades más ásperas. Y evitar que tu visión de la realidad suplante a la realidad verdadera porque si tus decisiones no están basadas en ella no podrás anticipar sus consecuencias. C. Preocuparte no por parecer bueno sino por alcanzar el objetivo, admitiendo debilidades y aprendiendo de quien difiere y, sobre todo, de los errores. D. Tomar decisiones no en función de las consecuencias inmediatas (agujetas) sino de todas las consecuencias (salud). E. Asumir responsabilidades.

Dalio considera posible cualquier objetivo vital "siempre que anules tu ego y aceptes una aproximación sin excusas a esos objetivos con mente abierta, coraje y decisión, especialmente, si confías en gente que es fuerte donde tú eres débil". Y así volvemos al boceto inicial y a la identificación de las metas, que no es tarea precisamente fácil, para construir posteriormente la máquina, que no es un robot inmutable sino una herramienta sometida a revisión permanente con la vara de los resultados. Dar marcha atrás, rediseñar y reiniciar la máquina es el pan nuestro de cada Dalio, la manera de disolver dificultades y dar con la tecla. En este punto del artículo, Clinton diría: "Es la cultura del esfuerzo, estúpido". Y la de la habilidad, la humildad y la paciencia. "Las buenas decisiones no dependen tanto de la inteligencia o la creatividad como del carácter", remata Ray, que olvida no obstante un factor capital (en la España de hoy): el dinero necesario para ventilarse sus principios no con la curiosidad sin consecuencias del lector sino con el hambre del emprendedor.

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