El mejor padre

Los estudios certifican que los primeros mil días de un hijo son determinantes para establecer la relación con él

Me sugirió un amigo que hoy escribiera sobre los padres. Él es hijo de un matrimonio que se separó cuando era niño, por lo que le cuestioné la propuesta, ya que apenas ha convivido con su padre. Me veía más en situación de hablar de su madre, quien había hecho de padre y madre a lo largo de su vida.

Eran otros tiempos cuando la figura del padre era la del hombre que salía de casa por la mañana, sin hablar casi con los hijos y tampoco cuando regresaba por las noches. Muchos ya estaban acostados a su regreso. Aquellos que tienen de cincuenta para arriba confiesan que tenían muchas dudas cuando pensaban qué tipo de padre ser al formar una familia. No querían repetir lo que no les gustó de sus padres. Recuerdan que les pegaban con la correa. En alguna casa yo he llegado a ver un clavo en la pared de pasillo del cual colgaba una correa de color naranja como permanente arma amenazadora. A la primera que su hijo o hija caía en la desobediencia, el padre desnudaba el clavo y empezaba a azotar en el trasero a su hijo o hija. (La correa fue uno de los primeros síntomas de la igualdad de oportunidades de sexo. No se hacían distingos). Otro rememora una comida en familia en la que contestó mal a su madre; su padre le soltó un bofetón que le hizo volar. Al padre se le temía. Hay quienes echan de menos ese tipo de educación para los hijos, basada en el temor a recibir.

Pero los tiempos han cambiado, alguna ley, también. Hombres que confiesan tener dudas, prejuicios y miedos sobre el tipo de padre que quieren ser. En general, no han tenido un modelo de padre por el cual seguir sus pasos. Quieren ser los mejores padres del mundo, pero quizá vean una feminización de la figura del hombre en el hogar. Hemos tardado muchos años en ver a padres tirando de carritos con sus bebés. Compaginan su trabajo con el tiempo para gozar con sus hijos.

Lo más importante cuando se está con un hijo es reírse con él. Los estudios certifican que los primeros mil días de un hijo son determinantes para establecer la relación con él. Se recomienda concentrarse en lo que el hijo necesita, piensa y siente. Esa relación dará seguridad y resilencia al niño. Padres e hijos necesitan su espacio para que resulte interesante cada minuto de su vida. Antes no se nos permitía opinar y no sabían qué pensaban los hijos. Hoy esa una de las claves para ser el mejor padre de mundo, ya que los niños son los más listos del mundo.

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