El mercachifle en gira

Algún día nos tendrán que explicar las razones de tanto comunicado prescindible que utilizan las instituciones

A primera hora del lunes veíamos en la televisión a Carles Puigdemont cogiendo un vuelo barato de Ryanair (como una metáfora improvisada del indescriptible estado de la cuestión catalana) con destino Dinamarca, para participar en un debate organizado por la Universidad de Copenhague sobre la situación de Cataluña. No se sabe qué es peor, si la sensación de impotencia e indignación que nos embarga viendo al grotesco personaje tirando del trolley con esa pinta de mercachifle de cuarta vendiendo su mercancía, o la lastimosa solicitud de la Fiscalía pidiendo al juez del Supremo que le eche de una vez el lazo. Por cierto, que algún día nos tendrán que explicar las razones de tanto comunicado prescindible que utilizan las instituciones, como si todo el país fuera un inmenso chat de adolescentes.

Los más optimistas miran para otro lado y desvían la conversación hacia sus perfiles más complacientes: la absoluta irracionalidad de ese independentismo echado al monte, la firmeza del estado de derecho representada en una Justicia lenta pero que al final siempre llega, o la certeza (aunque ahora habría que hablar más bien de esperanza) de que esto no sea más que otra representación teatral del soberanismo tras la que llegará la propuesta y elección de un tercero discretito con los papeles en regla. Todo eso está muy bien, pero mientras tanto el prófugo errante se pasea tranquilamente de aquí para allá contando a los cándidos nórdicos su perorata sobre la libertad, la independencia y la libre decisión de los pueblos.

La situación, me parece, es bastante más seria de lo que parece, y al primero que interesa que el numerito acabe de una vez es al Gobierno, y en particular a su presidente. Fracasados los primeros intentos de abortar la vía unilateral por medios fundamentalmente administrativos, no hubo más remedio que aplicar, aún de forma suave, el archisabido artículo 155 para devolver, se decía, la región a la legalidad. Celebradas las elecciones y constituido el nuevo Parlament, esa bala ya está gastada, y no parece que haya dado precisamente en el blanco. Con Ciudadanos estrechándole el campo y el principio de autoridad cada vez más en entredicho, un nuevo tropezón puede acabar echándole el tiempo encima al mismo Rajoy, quién lo diría, sin una respuesta contundente ante la exhibición impune de semejante trapisonda con ínfulas de Napoleón de pandereta.

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