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Ignacio Martínez

La moda del zapato protesta

EL zapato se ha convertido en la última moda del género de protesta desde que un periodista iraquí le lanzó los suyos a George Bush el 14 de diciembre en una conferencia de prensa en Bagdad. El domingo, en una manifestación en Madrid ante la Embajada de Israel, cientos de personas gritaban "esta embajada está ensangrentada" por el feroz ataque a la franja de Gaza, mientras niños a hombros de sus padres blandían sus zapatos, sin arrojarlos contra el edificio. El día antes, en un pueblo de Barcelona, la secretaria de Vivienda de la Generalitat esquivó con soltura un zapato arrojado por una indignada ciudadana descontenta porque en su barrio, que se hunde cada año unos centímetros, hay ayudas para unos vecinos y para otros no. Una semana antes, un periodista ucraniano, de origen ruso, que trabaja en un canal de televisión, arrojó su bota contra un sociólogo que daba una conferencia a favor de la integración en la OTAN. Ya ven, una moda en toda regla.

La protesta con zapato más famosa de la historia la protagonizó el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Nikita Kruschev, en la asamblea general de Naciones Unidas, en octubre de 1960. El delegado de Filipinas intervino para pedir la libertad para los países de Europa del Este que estaban bajo el yugo soviético. Era su respuesta a una propuesta sobre descolonización del líder de la URSS. Kruschev, indignado, empezó a golpear el pupitre con su zapato y a llamar a gritos "tonto" y "lacayo del imperialismo norteamericano" a Lorenzo Sumulong. Era la época de la guerra fría, la coexistencia pacífica obligada por la cantidad de armas de destrucción masiva de las que disponían Estados Unidos y la Unión Soviética. Años duros. Bajo el gobierno de Kruschev, en los años siguientes se construyó el Muro de Berlín y se produjo el incidente de los misiles de Cuba.

En estos tiempos modernos ha habido guerras calientes en Europa, África, Oriente Medio. La última de Iraq se hizo con el pretexto de que había armas de destrucción masiva en el país gobernado por Sadam Husein. O, mejor dicho, se pudo hacer porque se sabía que no las había y el agredido no podía utilizarlas contra el agresor. Así se inició en marzo de 2003 una guerra que en casi seis años ha causado más de 700.000 muertos iraquíes y más de dos millones de refugiados. Cuando el periodista iraquí Al Zaidi lanzó sus zapatos a Bush estaba incumpliendo con su deber profesional y al mismo tiempo estaba haciendo un buen negocio personal. Negocio extensible al fabricante de zapatos, turco que ya ha recibido pedidos de 300.000 pares. El modelo se llamaba código 271. No era el Colt 45 de los viejos pistoleros del Oeste, sino un vulgar código 271, lo más parecido a un arma de destrucción masiva encontrado por el presidente Bush en Iraq. Un arma moderna para la protesta masiva.

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