CUATRO días, en sólo cuatro días se ha pasado del rosa al amarillo, de pensar que el Madrid tenía más a la mano la Champions que la Liga a lo contrario. Además se ha ido a hacer puñetas el insultante monólogo que mantenía el equipo de Henry, gran futbolista y objetor de que Cataluña aún sea España. En fin, cosas que pasan, pero lo cierto es que la jornada ha puesto al Barcelona mirando para abajo, que cuatro puntos cuando quedan treinta y nueve en liza y se llama Real Madrid el perseguidor no parece que sea para dormir tranquilo. Es la grandeza del fútbol, que hasta el rabo todo es toro y aquí queda mucho toro por pasar.

Hay Liga por arriba, algo que se daba como un imposible hace poco y arden los sótanos, pues del noveno abajo ninguno puede decir que tenga la vida asegurada. Once equipos, uno más que otros, no pueden equivocarse, algunos vienen y otros van, unos cotizan al alza y otros están cayendo, siendo Osasuna y Mallorca los que empiezan a respirar mientras Sporting, Getafe o el Betis ven cómo las cosas se complican. Y ya que sale el Betis a colación, sólo falta que la actitud mostrada en la última hora de partido con el Villarreal se mantenga. Si es así no tiene por qué sufrir problema alguno, pues con ese comportamiento es mejor que sus colegas de penurias.

No se comprenden esos dientes de sierra en la actitud del equipo de Chaparro. En el arranque con los de Pellegrini parecían conjurados para echar al entrenador, pues se limitaban a ver cómo jugaba el enemigo. Pero, sin necesidad de arengas en el vestuario, se vinieron arriba de la mano de un futbolista buenísimo, Sergio García, para dar la impresión de que estaban a muerte con ese entrenador al que andan entonándole gorigoris desde ni se sabe cuándo. ¿Y lo del Sevilla en Bilbao? Qué barbaridad, qué lección, pero queda lejos y ahora llega lo de mañana. En fin, que dejemos las cosas para su momento, que esa es otra historia y vaya historia.