CUANDO Antonio Rodríguez Galindo no había sido aún confinado al Alcázar para que como concejal no enredera más de la cuenta, intentó que se labrara la fachada incompleta del Ayuntamiento de Sevilla. Ahora, una ex concejal, Cristina Vega, proyecta desde la Agencia Local de la Energía que la sede central del Gobierno hispalense sea rematada por una montera de paneles fotovoltaicos, con el fin de autoabastecerse mediante energía solar. Desde estas líneas rebatí con argumentos la ocurrencia de Galindo y ahora celebro la propuesta de Vega. Con una salvedad: siempre y cuando sea objeto de un minucioso análisis por parte de expertos en patrimonio para que no degrade la imagen del monumento. Un edificio histórico que, como todos, no fue concebido con cables de electricidad, enchufes, cañerías de agua corriente, inodoros, desagües, líneas telefónicas, antenas y demás bienestares que todos los inmuebles han ido incorporando de modo indispensable, aunque provocaran modificaciones internas o externas.

Ahora lo que toca es aunar la eficacia y la estética, como han hecho las sucesivas culturas en fachadas, muros, azoteas y patios al conformar los hogares en función del calor, el frío, la luz, la sombra, la lluvia, el fuego, el ruido o el silencio. La sostenibilidad de un casco antiguo, sin desnaturalizarlo, está vinculada a su conexión con las nuevas tecnologías y a la asimilación de equipamientos.

Si hoy se construyeran muchos edificios de los que admiramos, probablemente sus tejados tendrían tejas solares, capaces de evitar la filtración de la lluvia y de generar energía. Pero pongamos el mismo celo en los edificios emblemáticos del presente que en la Casa Consistorial. ¿Cuál es la sostenibilidad energética de los centros comerciales y lúdicos? ¿Y el Metropol Parasol? ¿Cuántas placas solares va a tener la Ciudad de la Justicia? Pónganse las pilas (recargables) para reconsiderar el diseño de muchos edificios recientes que no están al día.