CONVIENE recurrir periódicamente a aquel sucedido que le ocurrió a Caracol padre con el vapor de la locomotora recién llegada a Plaza de Armas. "¿Por qué no le echaste esos cojones en Despeñaperros?",se preguntó el ingenioso gitano. Pues algo así habría que echarle en cara a la autoridad vigente con el asunto de las botellonas. Con los cojinetes que le echan a los hosteleros que no observaban la ley antitabaco, a los que atosigan y acosan de forma empecinada, y lo permisivos que se muestran con esos niñatos que convierten la ciudad en un inmenso urinario y en imposible el sueño de las personas que viven por allí. Ni siquiera el que haya habido muertes jóvenes ha movido a una vigilancia mayor, al menos como la padecen esos hosteleros que hicieron un gasto que a la postre no les sirvió para nada. Hay que parafrasear al del Bulto y donde dijo Despeñaperros poner botellonas. Esos cojones a las botellonas...
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