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pablo / bujalance

Un mundo mejor

FUE Bertrand Russell quien expresó la mejor respuesta a la idea de Leibniz según la cual vivimos en el mejor de los mundos posibles: "Pues, hombre" (no, no es literal). Quizá el truco se encontraba en que Leibniz había llegado a semejante conclusión no desde la moral, sino desde las matemáticas; pero Russell, que de las dos cosas sabía un poquito, no lo veía ni por un lado ni por el otro. Habría estado bien que el filósofo galés hubiese conocido esta otra afirmación de Philip K. Dick: "Si este mundo os parece horrible, deberíais ver los otros". Habitualmente se vincula esta cita con los supuestos problemas mentales del autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, católico convencido; pero ya se sabe que donde hay una frase demasiado misteriosa vendrá otro a tacharla de síntoma de locura, lo que, desde el humanismo de Erasmo, conviene interpretar como un halago. No, Philip K. Dick también se refería a las matemáticas. El verdadero quid del cálculo probabilístico, de hecho, estriba en la posibilidad real de que habitemos un mundo mejor. Y yace aquí la tentación de hacer tabula rasa, por cuanto, dado que parece imposible mejorar éste, tal vez lo más correcto sea hacer las maletas y largarse a otro. Hasta Stephen Hawking da por buena la teoría. Pero Dick tiene razón: nada nos garantiza que la alternativa sea preferible.

Los últimos días han derrochado argumentos de sobra para alimentar la conclusión de que este mundo es una mierda. El atentado en Niza y el fallido golpe de Estado en Turquía, sucesos con más vínculos de los presuntos (no me refiero a conspiraciones, sino a la Historia contemporánea), revelan que el equilibrio del sistema es mucho más débil de lo que pretendían sus garantes, lo que sirve en bandeja un festín a la peligrosa sensación de inseguridad. Que Manuel Valls saliera diciendo que Francia "tiene que acostumbrarse a vivir con el terrorismo" resulta significativo en este sentido. Sin embargo, perdonarán que me ponga tierno, pero recuerdo esto otro que decía Martin Luther King: "Si me dijeran que el mundo se termina mañana, yo plantaría un árbol hoy". El mundo es ampliamente mejorable, no hay duda. Pero así lo ha sido siempre. Y que sea una mierda o deje de serlo dependerá de la pomada que cada cual sea capaz de ponerle al miedo, no de la geopolítica.

Entre los escritores de ciencia-ficción (vuelvo a Dick, lo siento) abunda un concepto interesante en su naturaleza de oxímoron: el terror del optimismo. El final está cantado y sin embargo bailamos. No es conservadurismo, ni resignación. Es querer amar lo poco que queda. Mientras dure.

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