TOROS Obra rotunda de Perera, que abre la Puerta del Príncipe

La ciudad y los días

Carlos Colón

Un museo macareno

LOS tesoros -Rosario, Sentencia, Esperanza- están en la Basílica. Lo que se expone en el museo que hoy se inaugura son los deslumbrantes ingenios en los que se les saca en procesión, los ropajes que los revisten, las joyas que los nimban, lo mejor que ha bordado, labrado, tallado y repujado el arte como ofrenda que materializa las oraciones, las miradas, los amores, las gracias por los dones concedidos y esas lágrimas por los no concedidos que son la ofrenda más pura que se pueda hacer a la Esperanza. Lo que en él se muestra sólo allí puede admirarse realmente. Porque cuando el Señor de la Sentencia sube al Pretorio de su paso y la Esperanza es asunta al cielo que le bordó Ojeda, lo que parecía tan valioso ya no lo es y lo que asombraba se hace invisible: la bella perla de San Gil es la que encontró el mercader de la parábola, que vendió todo lo que tenía para comprarla. Queriendo que este universo de belleza creado para humillarse ante la Belleza resplandezca como merece, la Hermandad de la Macarena ha creado un museo funcional sin frialdad, elegante sin amaneramiento y moderno sin estridencias. Es decir, macareno.

Nada es ni puede ser más moderno en Sevilla que la Macarena, porque nada se tensa con tanta determinación hacia un futuro ilimitado y a nada le es tan insuficiente el presente como a la Esperanza. Por eso ha protagonizado tantos valientes rompimientos. Por eso el genio de Juan Manuel cambió -alegría camaronera, corazas refulgentes, vuelo de capas, caricia de terciopelo, suspiro verde pálido de tisú- la fisonomía de la Semana Santa. Por eso Juan Miguel Sánchez le dedicó en 1931 el cartel más valiente que haya tenido nuestra Semana Santa. Por eso le escribió Juan Sierra su modernísimo "A Manuel Torre, por una saeta que le cantó a la Esperanza en la calle Feria". Por eso Rodríguez Buzón puso el San Fernando bocabajo en 1956 cuando coronó el inaccesible Everest en verso de su pregón diciendo lo que dijo. Por eso Caro Romero cantó la eterna juventud de "esta moza de San Gil, que dicen que por abril cumple diecinueve años".

Hay hermandades cuya grandeza es enfrentarse al tiempo para perseverar en su ser. Y hay una hermandad, solo una, la de Macarena, cuya grandeza es seducir al tiempo y vencerlo, cambiar sin dejar de ser cada vez más ella misma, vivir en un continuo, asombroso, presente absoluto que integra el ayer en el hoy y lo proyecta a un mañana ilimitado. Siempre es amanecer en la Macarena, inicio, principio, nacimiento, temblor de presentimiento. Hoy, una vez más, la Hermandad de la Macarena rompe moldes en fidelidad a ella misma.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios