LA cantidad de conciertos de todo tipo programados en Sevilla desde ayer y hasta el próximo domingo, Día Europeo de la Música, no la hubo ni en las fechas más frenéticas de la Expo 92. Hablo de cantidad, porque en la Muestra Universal era excepcional lo artístico y lo presupuestario. Aunque sea en otra onda, tampoco es desdeñable la calidad de este maratón, se disfruta mucho de la música cuando ella es más protagonista y cuando lo son en su mayoría músicos sevillanos. Desde corales a heavies, desde flamencos a dj's, desde raperos a cantautores, desde el chill out al pop alternativo. Pasaría a la historia de la radio la emisora que hiciera un programa a modo de carrusel cofrade. Por hacer justicia a esta sana movida y por necesitar refuerzos para tener efectivos en todos los lugares con actividad.

Sería una lástima que la iniciativa se saldara con más músicos que espectadores. Éstos se dividirán en tres bloques: los que vayan a los conciertos gratuitos, quienes acudan a los de pago que coinciden con este despliegue, y los incondicionales que monten su propia ruta entre una vía y otra. La competencia es fuerte: las playas para quitarse del calor, y la rebaja de órdago en los cines.

Aunque a las autoridades les comentamos desde tiempo inmemorial la obviedad de que la gente, de suyo desinformada, sólo acude a lo que sabe que se va a producir y si recibe datos de qué va cada cosa, el esfuerzo en producción y coordinación no lleva pareja una comunicación amplia y efectiva que desde días antes cree ambiente a un lado y otro de la SE-30. Porque casi todo acontece en el casco antiguo y casi todo el vecindario reside lejos del centro.

Pese a todo lo que es manifiestamente mejorable, conmigo no puede el pesimismo porque torres y tópicos más altos han caído. Algún día ustedes exigirán el Programa del Día de la Música. Y los bares se orientarán de que es una jornada para ampliar sus horarios con el fin de hacer caja por ir al compás de la gente en las calles.