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eduardo / jordá

E nfermedad

HE estado las dos últimas semanas fuera de combate, hospitalizado por culpa de una apendicitis perforada, y no estoy muy al día de lo que ha ocurrido en todo este tiempo. En un hospital, los enfermos suelen tener muy poco interés por lo que ocurre en el mundo exterior. Todos los enfermos están tan cansados, o tan aterrados, o tan desmoralizados, o tan aburridos, que apenas les importa saber qué cosas están pasando al otro lado de los muros donde ellos están encerrados (porque los enfermos viven la enfermedad como un encierro, un injusto y cruel encierro que los aparta de todo lo que era suyo: su casa, su familia, su tiempo, su ocio, su trabajo, todo). De vez en cuando algún enfermo ponía la tele -una costumbre, por cierto, que no debería estar permitida en los hospitales públicos con habitaciones compartidas-, y así nos enterábamos de algún hecho más o menos importante, pero en general, ya digo, todo lo que ocurría fuera del hospital carecía de interés para nosotros. El único interés que teníamos era salir del hospital lo más pronto que pudiésemos. Y ninguna otra cosa nos preocupaba ni nos quitaba el sueño. Ninguna, ni Grecia ni la crisis económica ni las elecciones que se acercan.

Cuando estás enfermo, enseguida descubres que eres material de desecho que no interesa a nadie, porque un enfermo sufre y tiene mal aspecto y parece capaz de contagiar su desgracia a cualquiera que se le ponga al lado, y en esta sociedad narcisista que sólo cree en los selfies y en las cuentas de Instagram y Facebook, los enfermos son los proscritos absolutos, los zombies más terroríficos, los intocables a los que nadie quiere rozar ni un pelo. Saber eso te llena de rabia y de vergüenza, y hay días que no puedes controlar tu malhumor y te preguntas una y otra vez por qué te ha tocado a ti y no le ha tocado a otro. Y entonces te sientes víctima de una injusticia humillante que te hace rabiar aún más que la propia enfermedad, en ese hospital que ahora también se ha convertido en un presidio.

Pero como enfermo he podido hacer otro descubrimiento importante. A pesar de las pésimas condiciones en que muchos sanitarios tienen que realizar su trabajo, la sanidad pública andaluza me ha tratado muy bien. En todo momento he recibido un trato exquisito, cariño y ánimo. Siempre me han tratado con la mejor tecnología disponible. Y desde aquí me gustaría dar las gracias a todos los médicos y sanitarios que me han dedicado su esfuerzo y su paciencia y su trabajo. De corazón, mil gracias a todos.

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