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Luis Carlos Peris

De niño prodigio a juguete roto

Es muy joven todavía, pero la carrera de José Antonio Reyes pinta más a la ruina que a un recomponer la figura

LLEVA el camino cuesta abajo de todos los que se convirtieron en un juguete roto. Lo ha tenido todo en la mano y todo lo ha ido tirando por la borda mientras su flota de coches aumentaba de forma tan desordenada como espectacular. Está pagando el peaje inevitable de no haber tenido una infancia normal, sobre todo por no haber ido al colegio cuando su edad así lo demandaba. Sus condiciones de niño prodigio con un balón en los pies hicieron que su entorno familiar prescindiese de todo lo demás para que fuese quemando etapas rumbo a una meta indudable, la de ser un futbolista de élite, un auténtico nacido para la gloria.

Debutó muy prematuramente en Primera de la mano de un técnico que quiso apuntarse el tanto de que la historia le reconociese dicho mérito y revolucionó el cotarro cuando otro técnico, Joaquín Caparrós, vio que el momento había llegado. A partir de este punto, todo funcionó como se esperaba aunque causaba extrañeza la forma de vida de él y, sobre todo, la influencia no siempre acertada de su entorno. Se fue a Londres con la casa a cuestas, mejor dicho, con los inquilinos, todos, de la casa a cuestas, encandiló a los ingleses, pero Londres le aburría, le faltaba el sol de la campiña utrerana, no se integró y vio el cielo abierto con la llamada del Real Madrid.

Llegó a Madrid con media docena de coches de altísima gama, tuvo un año de claroscuros, dejó de ser internacional y ni siquiera ser vital en el título liguero fue motivo para quedarse en el Bernabéu. Y se fue al Atleti tras haberle puesto los cuernos un año antes y en el Atleti lo recibieron con pitos y cualquiera sabe cómo van a despedirlo. Es a grandes trazos, muy grandes, la vida de José Antonio Reyes, ese niño prodigio que lleva el camino horrible de convertirse en juguete roto. ¿La culpa es sólo de él? No parece que sea así, el entorno quizá le haya sido involuntariamente nocivo, pero la verdad es que tenía el duro y dejó de cambiarlo. ¿Habrá vuelta atrás para él?

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