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La ciudad y los días

Carlos Colón

Los niños salvajes

DE sur a norte: en Sevilla la Consejería de Educación cambia de instituto a un alumno de 14 años después que un juez de Menores ordenara su alejamiento del centro -medida pionera pero insuficiente a juicio de muchos- por intentar agredir a un profesor y amenazarle con frases como "voy a venir con toda mi pandilla de Las Tres Mil Viviendas" o "te voy a abrir la cabeza con un hacha"; en Ermua unos adolescentes, encabezados por un chica "con serios desajustes familiares", vejaron y torturaron a una compañera de la misma edad quemándole el pelo, orinándose sobre ella, golpeándole con una barra de hierro y pasándole con una moto sobre la rodilla hasta dejarla sangrando por nariz y oídos, con graves hematomas y el nervio óptico destrozado.

¿Sería oportunismo reaccionario hablar de graves fallos educativos familiares y escolares que, interactuando con inducciones mediáticas y seducciones consumistas, reducen un número creciente de adolescentes a una condición desalmada (sin alma) y salvaje ("sumamente necio, terco, zafio o rudo", según la cuarta acepción de la RAE)? ¿Lo sería denunciar que el derecho de todo ser humano a ser educado por sus padres y formado por sus profesores se está incumpliendo escandalosamente, negándoles a los jóvenes la oportunidad de alcanzar esa libertad que sólo la conciencia crítica, por educada, proporciona? ¿Lo sería decir que los jóvenes tienen también derecho a vivir en entornos urbanos no degradados ni degradantes, y que el barrio sevillano en el que ocurrió el incidente era hace unos años seguro y acogedor mientras que ahora -como tantos otros barrios de clase media o trabajadora- corre el peligro de irse deslizando hacia la marginalidad?

El niño salvaje cuya historia filmó Truffaut tan conmovedoramente se basa en el caso real de un niño descubierto en 1800 en estado salvaje en la provincia francesa de Aveyron, pacientemente educado durante cinco años por el doctor Jean-Marc Gaspard Itard tras rescatarlo del asilo para sordomudos en el que lo habían confinado. El caso se convirtió en un símbolo de la pasión ilustrada por la educación como medio de humanización. Doscientos ocho años más tarde parece que la sociedad de la opulencia está recorriendo el camino inverso. No se equivocaron del todo Marx y Engels en su temprano diagnóstico (1848) de los efectos del capitalismo extremo: "No dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero que no tiene entrañasý Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades (ý) a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar".

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