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por montera

Mariló Montero

La noticia es Marta

EN el periodismo, la noticia es una semilla de la que después germinan todos los géneros. Es el combustible que hace que rueden los motores de diarios, informativos, crónicas, portadas, entrevistas y hasta de columnas, como ésta. Y en cualquier manual de estilo, el concepto de noticia conlleva el de novedad. Lo noticiable, el hecho a destacar, ha de ser nuevo, no conocido anteriormente; cuanto más inesperado e insólito, más noticia por tanto.

Pero usted que me lee pacientemente en el remanso del fin de semana me va a permitir que me salte la norma. La noticia en torno al juicio por la desaparición y muerte de Marta del Castillo, como todos sabemos, es que todo ha quedado visto para sentencia. Decimos siempre "desaparición y muerte", o "muerte y desaparición", y en esa duda sintáctica ya está reflejado el dolor de no saber ni siquiera qué ocurrió, cómo ocurrió ni en qué maldito orden lo hizo. Pero, como decía, visto para sentencia.

Es la novedad, luego debería ser el titular, la noticia. Y, sin embargo, discúlpenme los manuales de estilo, las facultades y las escuelas de periodismo, para mí, la noticia es Marta. Sigue siendo Marta del Castillo. Solamente. Y ya va para tres años.

Cuando se dio la voz de alarma y Sevilla comenzó a movilizarse sintiendo todavía la esperanza de su reaparición, la noticia era Marta. Cuando marcharon aquellas desgarradas pancartas, y tras las que se colaron algunos de los que ahora se han sentado en el banquillo y esperan sentencia, la noticia no era otra que ella, Marta. Cuando se la buscó en el vertedero, en los recodos del Guadalquivir, en el suelo de Camas, la noticia no era la búsqueda, ni los meandros del agua, ni los denodados esfuerzos del abuelo sufriente y valeroso que no admite la nada por respuesta. Cuando las versiones de los imputados fueron mudando, como una piel de serpiente que revelaba una nueva cenefa trenzada de sombras, la noticia no era lo que decían ni cómo lo decían. La noticia no han sido las sesiones del juicio, ni las estrategias de las defensas, ni las palabras finales de los imputados, ni sus peticiones de perdón o sus sollozos a destiempo, ni la nube de periodistas, ni el inesperado testimonio de un taxista, desmontador de coartadas.

La noticia es Marta. Lo ha sido desde el principio. Y lo sigue siendo. Por desgracia. Sólo ella. Y, si acaso, si me lo permiten, los rezos de esa madre que ahora ha optado por la desesperanza, por limitarse a esperar la sentencia sin ninguna expectativa. Dónde está, qué le ocurrió, qué fue de ella, qué hicieron con ella. Marta. Es la única noticia. Marta.

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