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La tribuna

francisco J. Ferraro

El nuevo regeneracionismo

DE forma semejante a cómo surgió a finales del siglo XIX un movimiento regeneracionista frente a la decadencia y la degradación política de España, desde los inicios de la actual década se está produciendo un movimiento que pretende la regeneración de nuestras instituciones, aunque en este caso de corte netamente democrático.

Si bien la crisis económica ha impulsado la reflexión sobre los males de España, los precedentes de este movimiento los podemos encontrar a inicios de este siglo, cuando en el ámbito económico algunos analistas alertaron de los riesgos de las burbujas inmobiliaria y financiera, y en el ámbito político de la colonización por los partidos políticos de todas las instituciones públicas.

Pero ha sido la crisis económica y su particular intensidad en nuestro país, por una parte, y la emergencia de múltiples casos de corrupción, por otra, las que han intensificado la reflexión sobre las causas de nuestros problemas. Así, en el ámbito académico se han ido sucediendo los análisis sobre la ineficiencia del mercado de trabajo, la insostenibilidad del sistema de pensiones, la necesidad de reforma de las administraciones públicas o del sistema financiero, y en el ámbito institucional sobre las disfunciones del Estado de las Autonomías, la politización y lentitud del sistema judicial o la necesidad de nuevas normas restrictivas contra la corrupción.

Además de la crisis, el nuevo institucionalismo y, más concretamente, la obra de Acemoglu y Robinson Por qué fracasan los países (publicada en 2012), han aportado un marco analítico para integrar los distintos factores y análisis y ofrecer una interpretación más robusta de las razones subyacentes a nuestros problemas políticos, sociales y económicos. Un análisis basado en las instituciones, entendidas éstas como las reglas de juego con las que se dota una sociedad para su funcionamiento y, por tanto, las que conforman los incentivos para los comportamientos de los ciudadanos. En particular, estos autores distinguieron entre instituciones inclusivas y extractivas para diferenciar los casos extremos que facilitan o dificultan el progreso de las naciones a largo plazo.

Debe concedérsele a César Molinas el carácter pionero en aplicar esta interpretación a la realidad española, con su libro Qué hacer con España, que encuentra en la Transición algunos fallos regulatorios que posteriormente darían lugar a una degeneración institucional protagonizada por una clase política extractiva.

Posteriormente han sido numerosas las publicaciones que han analizado el proceso degenerativo de la democracia española, pudiéndose destacar obras como La urna rota de Politikon o ¿Hay derecho? del colectivo Sansón Carrasco en el ámbito político, y en el ámbito económico e institucional los libros del colectivo Jorge Juan, Luis Garicano, Fernández Ordóñez, o el más reciente de Carlos Sebastián (España estancada), donde pone de manifiesto que el bajo crecimiento potencial de la economía española viene determinado por el nulo crecimiento de la productividad de los factores desde el inicio de la década de los noventa, lo que es consecuencia de la ausencia de reformas, y ésta a su vez viene determinada por la falta de rendición de cuentas de las instituciones públicas y por el carácter clientelar de las políticas públicas.

También distintas webs, como Nada es Gratis, Politikon, o Agenda Pública ofrecen aportaciones y debates sobre los enfoques referidos, y diversas asociaciones y think tanks han producido reflexiones y manifiestos sobre la necesidad de un regeneracionismo político y económico.

Ciertamente no todos los planteamientos vinculables con el nuevo regeneracionismo son uniformes, pero comparten ideas básicas sobre la necesidad de recuperar la autonomía de los tres poderes del Estado, de pasar de la partidocracia a una democracia más inclusiva, de la necesidad de controles externos independientes a los poderes públicos, de la rendición de cuentas, de dotar de mayor eficacia a las administraciones públicas, de simplificar y mejorar la calidad de las leyes, reformar el sistema judicial,…

El regeneracionismo del siglo XIX no fructificó por sus tentaciones de despotismo ilustrado y otros condicionantes de su momento histórico. Por el contrario, el regeneracionismo contemporáneo cuenta con soportes más firmes: por una parte, con una base teórica avalada por la relación causal a lo largo de la historia entre la calidad de las instituciones y el progreso económico y social; por otra, por un soporte empírico gracias a las potentes bases de datos e indicadores internacionales que permiten identificar las características institucionales de los países; y, por otra, porque el anhelo de mejores instituciones democráticas se va extendiendo con amplitud entre los ciudadanos a diferencia del elitismo del regeneracionismo del siglo XIX,… Pero los movimientos sociales que persiguen cambios institucionales son lentos en fructificar, y están frenados por múltiples intereses incrustados en el poder.

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