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La tribuna económica

Los nuevos 'conquistadoles'

HACE algo menos de una década, en plena expansión americana de las grandes empresas españolas, apareció un libro llamado Los nuevos conquistadores, un libelo muy lucido -llana, no esdrújula- escrito por dos periodistas argentinos, en cuya solapa podía leerse lo siguiente: "Daniel Cecchini y Jorge Zicolillo han hecho un minucioso, apasionado y apasionante trabajo (...) que pone al desnudo la bochornosa labor de expolio que han realizado en Argentina los nuevos conquistadores, contribuyendo decisivamente a la bancarrota del país". Entre los supuestos perpetradores de tal expolio se mencionaba a Repsol, Endesa, Telefónica, Santander, BBVA o Iberia; cuyos capitanes coloniales fueron Aznar, Felipe González y el propio Rey de España, calificado de "ocasional broker". "Los malísimos vienen de fuera; quienes destrozaron los activos nacionales y quienes los pusieron en venta son también malos, pero son nuestros malos" cabe poner en boca del orgullo herido. Unas adquisiciones tan legales como consentidas, que a la postre supusieron, por ejemplo, que en Argentina pudiera llamarse por teléfono desde una cabina con una mínima garantía de éxito, por no mencionar la seguridad de los suministros estratégicos que las empresas propias no podían ya ofrecer. Claro, que no eran empresas japonesas, estadounidenses o francesas, sino españolas, y eso reavivaba algunos complejos que sobreviven a los siglos y que se visten de exageración xenófoba (dicho sea esto sin caer en la ingenuidad acerca los manejos de alta política en cualquier operación de este calibre).

Desde entonces hasta hoy, las compañías hispano-argentinas emplean a miles de ciudadanos de aquel país, de cuyo vaciamiento y debilitamiento productivo y financiero anterior debe culparse más a políticos y personajes argentinos que a imaginarios neoconquistadores provenientes de España. Aun así, el bucle melancólico antiespañol ha dado mucho juego a un rentable y quejoso populismo político, al que no han sido ajenos dirigentes posteriores a Menem, como Néstor Kirchner en la propia Argentina, o Evo Morales y Chávez en otros países vecinos. Ahora llegan los chinos: cosas del desplazamiento del centro de gravedad del planeta hacia Oriente.

Se ha publicado esta semana que dos gigantes energéticos chinos parecen pretender comprar a Repsol el 84 por ciento de su participación en YPF, petrolera de bandera argentina . Las partes niegan que haya nada "firme", aunque el río suena porque lleva un ingente caudal: 12.000 millones de euros, oferta que Repsol ha desmentido, como suele suceder en estos casos. A principios de julio se supo que Repsol había encargado a Goldman Sachs la búsqueda de posibles compradores para su filial argentina, YPF. Antes, la propia Repsol había estado en el ojo de la rusa Lukoil, que a muchos parecía la personificación de un diablo geopolítico con los ojos gélidos de Putin. El miércoles se apuntó a empresas indias como compradoras de YPF. Los chinos (los indios, los rusos) necesitan asegurarse la energía para una máquina productiva que parece ajena a la crisis mundial. Y pueden hacerlo. Será YPF, o será otra. Pero argentinos, españoles o cualesquiera otros debemos estar preparados para el desembarco de los nuevos conquistadoles.

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