Los ciriales

José / Joaquín / Gómez

Los nuevos costaleros

NO me cabe la menor duda, nada ha cambiado más en los últimos 35 años en la Semana Santa de Sevilla que el mundo del costal. Hace esos años tuve el honor de ser uno de los 29 estudiantes que sacamos por primera vez al Cristo de la Buena Muerte una tarde del Martes Santo de 1973. Desde entonces ¡cuánto han evolucionado hasta la fecha las cuadrillas!

En primera instancia hemos de destacar que la evolución ha ido a mejor. Hoy los pasos se llevan con más fuerza que nunca; quedan en el recuerdo las levantás con ventaja, el oír el sonido de los cuatro zancos en las arriás, o las vueltas derrapando en cualquier esquina; pero también es cierto que en otras cosas hemos ido a peor.

De cuadrillas profesionales pasamos a cuadrillas de hermanos costaleros, y hoy de hermanos en su totalidad no son todas las que así se llaman.

Junto a la figura del hermano costalero, que existe y hace su estación de penitencia debajo del paso de sus titulares, ha surgido la figura del aficionado al costal, que saca las castañas del fuego a muchas cuadrillas de hermanos. Pero, ¿cuál es el problema? El problema es el excesivo protagonismo que se le permite por mayordomos y fiscales de paso, antes, durante y después de los recorridos procesionales.

No entiendo el modo de ponerse el costal -cualquier día alguno se mata de un tropezón-, no admito ese constante deambular luciéndose entre las filas de los nazarenos, no comparto que tengan que salir por la delantera de los pasos, ni que tengan que irrumpir entre el público que contempla el tránsito de éstos por la calle... Y aquí ponga usted lo que quiera. Éste es el afán de protagonismo que me atrevo a denunciar desde estas líneas, pero quizá la culpa no sea solamente de ellos, sino compartida con quienes le hacen merecedores de que se les agradezca su labor con entrega de medalla, cuadro y pescao frito; de quienes consideran imprescindible la instalación de un centro de fisioterapia para sus dolencias; o de a quienes se le ocurre facilitarle una dieta equilibrada y el relleno del cántaro de bebidas isotónicas.

Claro, estas cosas pasan porque al costalero no se le puede ni toser como se le llama la atención a los nazarenos, pero de esto hablaremos la próxima semana.

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