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Previsión El tiempo en Sevilla para este Viernes Santo

La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Sin obertura de cuaresma

Hoy Matilde sonreirá, no donde quiera que esté, como dicen los tontos, sino donde sabemos que está: a la vera del Nazareno

De hoy al Martes Santo, dicen casi todos los pronósticos, tendremos alternancia de sol breve, nubes contantes y lluvias ocasionales. Es demasiado pronto, ya lo sé; un día se pronostica una cosa y al otro la contraria; y todos estamos hasta el gorro de la obsesión por las previsiones meteorológicas que se han convertido, como las reuniones con el Cecop, en parte tan fundamental de las tradiciones de vísperas como los cultos, las torrijas, los besamanos, encargarse el capirote o el esparto, dar de largo a la túnica del niño o el pregón que hoy pronunciará mi primitivo hermano José Ignacio del Rey Tirado, a quien deseo lo mejor cuando al final de Amargura la voz de Sevilla le llame al atril y él diga ese "¡está!" con el que los primitivos nazarenos responden cuando se les nombra. Y Matilde, la querida Matilde Tirado, sonreirá, no donde quiera que esté, como ahora dicen los tontos, sino donde sabemos que está: a la vera del Nazareno.

Ya se verá cómo amanece el día. Pero cuando ayer fui a ver al Señor del Silencio en el Desprecio de Herodes me parecía más noviembre de besamanos de la Amargura que sábado cuaresmal de besamos de mi Señor de San Juan de la Palma. Y después diluvió. De seguir así las cosas se consumará la cuaresma más fea, gris y lluviosa que recuerde. Sol a tiempo parcial y lluvia a tiempo completo. Sin tan siquiera la seguridad de que esto garantice una Semana Santa luminosa e intacta. Y aunque así fuera -ojalá- será como una ópera sin obertura o una sinfonía sin primer movimiento.

No se debe llegar a la Semana Santa abruptamente. Necesita su obertura de días luminosos que la hagan crecer en las iglesias y en las memorias como el azahar en los naranjos. Quien, como yo, haya conocido Semanas Santas sin cuaresma, el regreso a la ciudad un Sábado de Pasión o incluso un Domingo de Ramos cuando estaba ya saliendo la alta Cruz de Guía de la Amargura, sabe de lo que hablo. La Semana Santa sin vísperas es menos Semana Santa. Y no me refiero a las actuales vísperas saturadas y sobreexplotadas, sino a las antiguas en las que la ciudad iba diciendo sus pequeños pregones de luz creciente, días cada vez más tibios y pasos creciendo en el silencio de las iglesias, mientras en la radio cantaba Centeno y en las casas sonaban las pocas marchas grabadas por la Municipal o Soria. Ponle hoy a la Semana Santa, José Ignacio, la obertura que el tiempo no le ha dado.

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