LA presentación del programa de Gobierno de Podemos ha supuesto un jarro de agua fría para quienes llevan semanas cruzando los dedos para ver si con los resultados del 20-D se puede formar un Gobierno presidido por un socialista.

Algunos de los colaboradores de Pedro Sánchez estaban convencidos de que, en el último momento, "Pablo Iglesias se bajará del burro (sic) y aceptará dar paso a un Gobierno de progreso. No manejamos otro escenario. Si bloquea que Sánchez pueda ser presidente y continúa Rajoy, Podemos queda tocado de muerte".

Seguro que el dirigente del PSOE hace un buen análisis de la situación y de lo que puede suponer para Podemos impedir la investidura de Sánchez, pero el problema de ese socialista, y de las docenas de analistas de todos los partidos y de diferentes medios de comunicación, es que no conocen bien las interioridades de Podemos. No se las han visto nunca con un partido antisistema y anti todo lo establecido y por tanto no saben calibrar sus pasos, qué rodeos son capaces de dar para alcanzar su objetivo, cuáles son los puntos innegociables porque ni se plantean renunciar a ellos y cuáles sin embargo presentan como prioritarios, pero forman parte de los que están decididos a tumbar a poco que les vaya medianamente bien la estrategia del toma y daca.

Un socialista histórico al que le salieron los dientes siendo militante y conoce las vueltas y los reveses de la política, no cree que Iglesias esté dispuesto a ceder: "Su objetivo es machacar a Pedro, hacerle creer que es posible el apoyo a su Gobierno a cambio de casi nada, para dejarlo tirado cuando ya no tenga tiempo a reaccionar. Y entonces iremos a elecciones anticipadas, o a un Gobierno del PP, pero con Pedro malparado por haber sido tan crédulo respecto a su posibilidad de convertirse en presidente con sólo 90 escaños".

Difícil saber quién de los dos socialistas acierta, difícil hacer cualquier tipo de pronóstico sobre el futuro inmediato. Pero es evidente que la presentación del programa de Gobierno de Podemos ha debido de llenar de inquietud a Pedro Sánchez el mismo día que se fijaba el próximo 2 de marzo como fecha para su primera investidura.

No parece que Iglesias quiera "bajarse del burro" sino que, por el contrario, además de mantener el referéndum catalán pretende que se celebre en el primer año de Gobierno, quiere los ministerios de más poder y añade para su partido más influencia en el área de Comunicación. Y plantea unas iniciativas económicas de imposible cumplimiento, porque dispararían el gasto público y el déficit.

Sólo queda esperar, o continuar esperando. Pero a Sánchez se le están poniendo las cosas muy complicadas y en cuanto a Rajoy... cualquiera sabe qué puede ocurrir si anuncia su disposición a intentar la investidura.

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