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Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

4 de octubre

Puigdemont desea emular a Companys, no en el cadalso de Montjuic, sino en la izada en el balcón de Sant Jaume

El Congreso ha anulado la sentencia condenatoria por la que se fusiló al presidente de la Generalitat Lluís Companys en 1940, después de que el dirigente de ERC fuese capturado por la Gestapo en Francia y entregado al régimen de Franco. El irredentismo necesita del pasado para seguir alimentando los desvaríos del presente. Cuentan en Barcelona que el presidente Carles Puigdemont desea emular a Companys, no en el cadalso de Montjuic, sino ante el balcón de Generalitat, y que lo haría el 4 de octubre próximo, 83 años después de que la proclamación de la república catalana "dentro del Estado español" derivase en unos disturbios que acabaron a tiros y con cerca de medio centenar de muertos. Pase lo que pase el domingo 1 de octubre, la deriva irredentista de Puigdemont y sus aliados de ERC y de la CUP necesita símbolos para agotarse: una bandera estrellada en el balcón de Sant Jaume, unos detenidos, unos disturbios, ya no se busca el choque de trenes, sino el descarrilamiento digno de uno de ellos.

En octubre del 34, Lluís Companys proclamó la independencia después de que el Gobierno de la República anulase una ley de arrendamientos agrarios que fue rechazada por el Constitucional por un conflicto de competencias. En esos momentos críticos, Lerroux era el jefe del Consejo de Ministros, había dado entrada a varios dirigentes de la CEDA en el Gobierno y una buena parte de la izquierda se alzó contra la República en una huelga revolucionaria que sólo llegó a calar en Asturias. Fue en ese contexto en el que Companys proclamó su república catalana. Años convulsos y peligrosos. Y casi una tradición en ERC: el president Maciá también proclamó la república catalana el 14 de abril, al inicio de la Segunda República, dentro de la "confederación ibérica", aunque se echó inmediatamente para atrás.

El general Batet fue el encargado de conminar a Lluís Companys para que hiciese lo mismo, pero no accedió: hubo un levantamiento de los Mossos, disparos y muertos, y el president fue detenido, juzgado y repuesto con motivo de la victoria del Frente Popular. Pero Batet y él corrieron el mismo destino, el general fue fusilado por no seguir a los sublevados del 18 de julio de 1936.

Oriol Junqueras, el vicepresidente de Puigdemont, dibujaba en su infancia cómics de la historia de Cataluña: ninguno de los dos detendrá este desvarío hasta que sientan que ellos también se han convertido en personajes de sus cuentos.

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