Tribuna Económica

gumersindo Ruiz

C oncentración de la riqueza: el efecto Piketty

CUANDO el economista francés Thomas Piketty publicó el año pasado: El capital en el siglo veintiuno, despertó un interés inmediato, pero la reciente versión en inglés ha ampliado de forma increíble el eco de este libro, que alude en su título a la obra principal de Marx. Con una base impresionante de datos, demuestra que la tendencia de la economía y sociedad capitalistas lleva inevitablemente a la concentración de la riqueza, y no a una distribución de la misma a medida que los países crecen y progresan. Desmonta el mito de Estados Unidos como la tierra de oportunidades para todos, y evidencia que los ricos son cada vez más ricos, los directivos acaparan un porcentaje cada vez mayor de la masa salarial, y la suerte y la herencia son los factores que determinan, mayoritariamente, el destino de las personas.

En España, el índice con que se mide la concentración de la renta, crece un 6% entre 2007 y 2011, el aumento mayor de la desigualdad entre todos los países comparables. La crisis, los rescates, la fiscalidad, han caído sobre la parte más débil de la población, asalariada, autónoma, o de pequeños y medianos empresarios. No necesitamos mucho análisis para comprobar lo evidente, pero es importante entrar en el contenido del libro de Piketty que, en síntesis, nos dice que desde hace más de 200 años la rentabilidad del capital (dividendos, beneficios, rentas) supera al crecimiento de la economía. Esta tendencia se frena con las guerras mundiales y el estado de bienestar, pero en los años recientes, la tecnología y la capacidad para evitar la fiscalidad por parte de los que tienen las rentas más elevadas, intensifica aún más la tendencia secular a la concentración.

La desigualdad se hace aún más fuerte cuando una economía crece poco, como es ahora nuestro caso, y así será en los próximos años, en que no se espera superar, aun con los mejores pronósticos, el 2%. Tenemos, pues, un doble efecto, una concentración de la riqueza en la parte de la población que posee los activos de capital, y una distribución más desigual de las rentas salariales, ya que el desempleo crea una brecha cada vez mayor entre asalariados que ocupan los escasos puestos muy bien remunerados, los que no requieren prácticamente cualificación, y los intermedios que sufren la presión tanto interna como externa en los mercados de trabajo.

Esta tendencia a la desigualdad se hará más intensa en Andalucía si no se contrarresta con un mayor crecimiento de la economía y el empleo, una mano de obra formada que consiga parte de los beneficios de productividad de la tecnología, y un contexto europeo donde se hagan fuertes las ideas de la economía social de mercado, con una política de redistribución que ayude al crecimiento y el empleo. Esto no es imposible, y el empeño de la actual coalición de centro derecha y socialista que gobierna en Alemania, por la reforma y mejora de las pensiones y la seguridad social, es buena prueba de ello. Quizás sea que estamos en elecciones y un porcentaje elevado de votantes son de edad avanzada, pero al menos queda el alivio de que esta es la virtud de vivir en democracia y de las votaciones.

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