Mañana, pasadas las diez de la noche, entra el otoño, la estación con menos literatura de todas, pero la que trae los días más hermosos a esta ciudad nuestra. Si la primavera es archicantada por los poetas, el invierno trae la Navidad y el verano las vacaciones, el otoño tiene en lo que significa la caída de la hoja en nuestras vidas su más manido argumento. Y la caída de la hoja tiene el simbolismo triste de ponernos en las puertas del adiós. Lo otoñal es sinónimo de vísperas de la nada, de ahí que la estación ande cortita de cartel, pero también es la preferida por cuantos se embelesan con su luz. Ya empieza a mostrarse esa luz tamizada, a medio camino entre la rutilante del verano y la opaca del invierno. Quien no se ha extasiado viendo la fachada de San Telmo en las tardes otoñales cuando el sol huye camino de la cornisa no sabe a qué sabe el otoño sevillano.