El poliedro

No es país para pactos nacionales

Desde fuera, Europa presiona a recortar gasto; desde dentro, todo vale para mover la silla al contrario

REVISANDO la cronología de los hechos más relevantes del año pasado, resalta la siguiente noticia de 25 de noviembre, fascinante: "Detienen a 42 ancianas en Chipre por jugar al póquer, prohibido en esta isla mediterránea. Las mujeres, de 75 a 85 años de edad, habían sido denunciadas por molestar a sus vecinos con sus idas y venidas. Después de ser acusadas por su delito, fueron puestas en libertad". Me imaginé unas breves escenas de los hechos: esas viejecitas encorvadas, vestidas y tocadas de negro, apostadas por las esquinas, silbándose notas secretas, dando renqueantes sprints de portal a portal con las enaguas y el refajo remangados, intentando despistar a la Policía mientras se dirigen a la hora convenida a la casa-garito donde va a tener lugar la timba... en fin, un espectáculo impagable que, sin embargo, los vecinos no toleraban, supongo que más por culpa del tercer tiempo tras la partida, en la que las ancianas habrían libado lo suyo, lo que provocaba que la salida de vuelta a casa fuera desconsiderada con el descanso de sus poco condescendientes vecinos. Tras fantasear con esa puesta en escena, fue sin duda el estrés de las noticias sobre el sistema de pensiones en nuestro país lo que me llevó a relacionar ambas cosas: si alguien es capaz de jugarse la libertad por jugar con vocación al póquer, ese alguien está en condiciones de ejercer algún tipo de trabajo remunerado. Tener 75 años, e incluso 85, no es óbice para hacer cosas más o menos valiosas. En lo tocante a la longevidad laboral, no es lo mismo haber estado trabajando de camarero 50 años que haberlos pasado dando clases de latín. No se puede comparar los 32 años de un futbolista de poquito desgaste, como el inflacionado Guti, que los de su compañero Raúl. Los trabajos menos cualificados son más penosos, y el anuncio del retraso de la jubilación no tenía en cuenta esta cuestión. Al día siguiente, Salgado dijo que sí, que eso entra dentro del área de negociación y tal, pero de nuevo la sensación de precipitación que expelen nuestros máximos dirigentes se muestra desnuda. A esto vamos. Ejemplo contrario de la receta de no dar puntada sin hilo, el debate de las pensiones ha sido para el Ejecutivo español una prueba de la que, de momento, no ha salido airoso. Las lógicas exigencias de una Europa que hace suyo el "España como problema" de Laín Entralgo han forzado a una respuesta a España. El temor por la inestabilidad que nuestros paro, déficit, deuda y falta de competitividad pueda ocasionar al euro ha hecho que Europa, comandada por Alemania, nos pida sacrificios. Y en vez de agarrar al toro por los cuernos y tomar decisiones con efectos a corto plazo (recortes presupuestarios de entidad con la mayor justicia social posible), se arrea una patada a seguir, mandando el balón hasta no se sabe dentro de cuántos años, cuando el natural retraso de la edad de jubilación comience a tener efectos en las cuentas públicas. Todo menos perder el cuello electoral, y mira que 2012 queda lejos.

Desde dentro también se le exige al Gobierno diligencia en la política económica, aunque la impresión que da el otro bando es de no querer arrimar el hombro lo más mínimo. Si cambias y coincides con lo que yo defiendo, cambio mi discurso y leña al mono. Libro de Aznar aparte, ¿alguien sabe cómo parar la sangría del empleo, el único caballo de batalla de la oposición, como si las legiones de parados no fueran consecuencia no ya de la crisis mundial, sino de las enormes bocanadas que los gobiernos -del PSOE y del PP- han insuflado en nuestro modelo productivo sin futuro? No nos ayuda a afrontar la realidad la innata incapacidad hispánica para entendernos en momentos de emergencia, la obsesión por afirmarnos siempre en contra de un enemigo: "la patria", pura boquilla. Lo mismo que los alemanes, igual igual. La única ancla posible parece descartada ante la carrera que Zapatero debe correr en solitario ("se lo merece, que se joda", dirán algunos): una mesa nacional de emergencia, en la que partidos, autonomías, sindicatos y empresarios se sentaran sin cartas marcadas. Y sin jugar al póquer como las tahúres abuelas chipriotas. ¿Se imaginan?

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