COMO donde no hay harina, todo se vuelve mohína, como cuando la ruina entra por la puerta, el amor se va por la ventana, resulta que se nota en la calle, en el taxi, en el bar y en el trabajo que la cosa está mal. En la calle se ve al personal ensimismado y hasta los decibelios habituales por esta tierra de garbanzos han bajado ostensiblemente. La gente mira hacia abajo, no se sabe si busca algo que llevarse al bolsillo o, simplemente, evita cruzar la mirada con algún acreedor, que más posible es esto que aquello. Y en esos bares que pedían una insonorización urgente para hacerse habitables apenas una voz más alta que otra, más en la línea de pub londinense que de abrevadero nuestro de toda la vida. Y si se mira al panorama político, nuevamente con Garzón de cacería, ídem de lienzo, todo es mohína, del sálvese quien pueda al no corred que es peor, paisaje negro como el alma de un usurero.
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