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La tribuna económica

Gumersindo / Ruiz

La parábola de los mercados

LA situación económica no deja de presentar comportamientos inesperados, sorprendentes, fruto de una desconfianza y temor generalizados. Es muy preocupante, porque siempre hemos pensado que con apoyo más o menos decidido de los gobiernos, funcionarán mecanismos de mercado que acabarán llevándonos de vuelta al equilibrio. Pero no es así.

Una decisión empresarial que en circunstancias normales puede tener consecuencias no deseadas, pero siempre limitadas al alcance previsible de la propia decisión, ahora puede convertirse en una pesadilla. La apuesta del Santander de realizar una ampliación de capital parecía estar sujeta al éxito, o no, de la operación y al interés de los accionistas en acudir a la misma. Era de esperar una cierta caída del valor, pero no mucho más, ya que en sí la operación no es mala, pues capitaliza a la entidad y se da en un contexto en el que los fundamentos de la misma no han experimentado cambios significativos.

Sin embargo, desde que se anuncia la ampliación, la acción cae un 30%, y los antiguos accionistas no sólo ven desplomarse sus acciones sino que se encuentran con unos derechos prácticamente sin valor, ya que en algún momento se han podido comprar acciones antiguas por debajo del valor de los derechos más el precio reducido establecido para que acudan los antiguos accionistas.

Además, aparecen aspectos negativos como, por ejemplo, la pérdida de protección o garantía de algunos productos estructurados vinculada a que la acción del banco no caiga por debajo de un valor determinado; era impensable cuando el producto se estructuró una caída del 60% en menos de un año. La brusquedad con que se plantea la ampliación, el relativamente largo periodo de dos semanas que da tiempo al mercado a probar el valor a la baja, la exclusión por problemas logísticos de 1,8 millones de accionistas ingleses a los que se pagan los derechos pero no pueden acudir, son detalles que han podido incidir pero no son clave.

Además, si la caída del valor se explica por ventas forzadas de fondos de inversión al alcanzar el valor una determinada pérdida; ventas de los propios aseguradores de la emisión que tratan de buscar una salida ante el temor de no encontrar compradores, o por fondos que toman posiciones a corto, si esto es así, la realidad de la buena situación de la entidad acabaría imponiéndose y, tras la ampliación, subiría. Pero en el enrarecido entorno actual se genera desconfianza entre los clientes, aumento de los seguros de crédito y del coste de la financiación, y riesgo de iliquidez.

Por muy injustificado que pueda ser todo esto, sucede, y se convierte en una parábola de los tiempos en que vivimos: inseguridad, impotencia, miedo; una parábola de la incapacidad de gobiernos e instituciones para parar la erosión de la confianza en entidades consideradas sólidas. Ante esta perplejidad que nos produce el mercado bursátil, ¿es extraño que las cajas de ahorros, que no cotizan, muestren alguna prevención hacia iniciativas que pudieran llevarlas a este tipo de mercados y experiencias?

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