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Ignacio Martínez

La paradoja de la satisfacción

LAS subvenciones han mejorado Andalucía y a la vez la han parado, escribía ayer Enric Juliana en el más importante periódico catalán, La Vanguardia. Mi colega se ocupaba en las primeras páginas de Política de la cita electoral del 25 de marzo y titulaba con una definición del prestigioso sociólogo andaluz Manuel Pérez Yruela, "Andalucía ante la paradoja de la satisfacción".

Se trata de un relato de los 30 años de autonomía en el que se nota la huella documental de la Radiografía de Andalucía 1982-2012, que hemos publicado en los nueve diarios del Grupo Joly. Verbigracia, cómo los 72.500 millones de euros de ayudas europeas que han venido a Andalucía por todos los conceptos, desde 1986, no han sacado a la región del segundo lugar por la cola del desarrollo español.

El PIB andaluz ha aumentado entre 1981 y 2010 en un 122,5%, se ha erradicado el analfabetismo, hay mucha más gente con estudios, más personas trabajando, "la mujer se ha emancipado de la casa de Bernarda Alba", la atención sanitaria es muchísimo mejor, espléndidas autovías libres de peaje trenzan la región, los seis aeropuertos reciben veinte millones de viajeros al año y un tren de alta velocidad conecta Sevilla y Málaga con Córdoba y el centro de la península.

El periodista concluye que la mejora es rotunda, inapelable, pero Andalucía sigue ocupando el penúltimo lugar en el PIB per cápita español sólo por delante de Extremadura. En 2010, como en 1982, estaba veinticinco puntos por debajo de la media española de renta. Y pone como ejemplo de incapacidad para crear valor añadido a su riqueza natural el del aceite de oliva, argumento que ustedes ya han leído en estas páginas: Andalucía es la primera productora del mundo y ha recibido desde 1986 más de 15.000 millones de euros de subvenciones, pero sigue exportando a granel el 80% de su producción de aceite de oliva. Juliana lo atribuye al acomodo.

Deambula mi colega por el porcentaje de empleo público en Andalucía, 17%, frente al 15 de Madrid, 12 del País Vasco, 11 de Valencia y 10 de Cataluña, que ignoro si son datos homogéneos, para terminar conviniendo que la región oscila de cara al 25 de marzo entre el deseo de cambio y el miedo al futuro. Y atisba un reflejo defensivo respecto a la reforma laboral y las severas noticias que llegan de Cataluña. La tesis final es que a partir de un umbral, las ayudas frenan. Y no lo dice, pero el martes 13 el presidente de la Generalitat explicó que el saldo fiscal negativo de Cataluña con España es de 16.400 millones de euros, un 8,4% de su PIB. Hay muchas maneras de calcular las balanzas fiscales. Se antoja excesiva la cifra. De ser cierta, sería superior la contribución neta catalana a las arcas de la Hacienda nacional que la de Alemania al presupuesto comunitario. Todo esto completa el cuadro de recortes futuros. Vienen tiempos interesantes. Y tensos.

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