EL abuelo Amador quiere que sea niño y a la abuela Rosa le da la sensación de que, lo que viene, es una nieta. Mientras, vecinos y amigos, le hacen regalos hasta por triplicado, en blanco, azul y rosa, acertando seguro con unos presentes que no deja de recibir la embarazadísima Rosario Mohedano. "Sin haber comprado nada, ya tengo de todo: sábanas, mantas… Incluso mamá, que siempre prefiere esperar a los alumbramientos, se ha adelantado con un chupete y con un cepillo de plata", me cuenta la cantante desde Chipiona.

Con sus proyectos profesionales totalmente aparcados hasta que no pase el parto, Chayo no tiene en realidad inconveniente sobre el sexo del bebé y lo único que desea es que, cuando llegue el momento, sea una horita corta para poder disfrutar enseguida de la que constituye, según me explica -y todos sabemos- "una de las experiencias más bonitas de la vida".

En cualquier caso, el misterio de su criatura tiene el tiempo contado pues, esta misma semana que mañana comienza, la artista tiene previsto hacerse la ecografía 4D -que, lo mismo que si sintonizáramos un programa de televisión, permite ver al feto en movimiento-. Una vez cumplido este último trámite, Rosario y Antonio, la feliz pareja, sabrán si lo suyo es, como decimos en Andalucía, una "churrita" -tal y como a Chayo le dicta su intuición- o un "chochito" y, a partir de ahí, se dispondrán a afrontar la recta final de tan deseada gestación. "¿Estás muy gordita?", le pregunto a mi cariñosa amiga (con quien, por cierto, hace bastante que no me encuentro). "He cogido un kilo y medio por mes que, según aseguran los médicos, es lo normal", me responde en su placentero retiro vacacional. "Al principio pensé: "¿Cómo voy a aguantar nueve meses sin trabajar?" pero no sólo me he hecho a la idea, sino que estoy encantada".

Y así, con la serenidad de tan dulce espera, la joven fantasea acerca de un estado sobre el que, según reza el proverbio árabe, una certeza domina por encima de las demás incógnitas: "El paraíso está en el regazo de una madre".