Rafael Salgueiro / Profesor De La Universidad De Sevilla

Mucho más de lo que parece Algunas empresas detrás de los datos

La participación pública no es efectiva ni para el rescate de empresas con problemas ni para el lanzamiento de nuevos proyectos l Lo sucedido en los más de 20 años en el PTA demuestra que es posible crear empresas en sectores tan exigentes como la electrónica y las telecomunicaciones

EN cualquier conversación sobre la trayectoria de la industria andaluza tendemos a superponer lugares comunes, no siempre acertados, sobre el orden de importancia de sus subsectores, en cuáles destacamos en España y cómo es su distribución espacial. Cuando tratamos de afinar es inevitable que se resalte lo más noticioso, bien debido a una crisis o bien porque la visibilidad del caso ha sido favorecida por los medios o por las instituciones. Además, las crisis suelen ser recogidas por todos los medios regionales, mientras que los hechos positivos tienen sólo trascendencia local o bien efímera trascendencia regional. Por ejemplo, casi todos los onubenses se habrán enterado de la agonía de Santana o del prolongado intento de recolocación de ex trabajadores de Delphi. Pero no creo que sean muchos los jiennenses o gaditanos que sepan que Cepsa invirtió en 1.200 millones de euros en su refinería de La Rábida o que es propiedad de un fondo soberano (IPIC) que ha garantizado a España el suministro de petróleo si se produce el embargo a Irán. En otras ocasiones han sido los empresarios los que no han han considerado útil obtener visibilidad, dada la naturaleza de sus productos, como pueden ser dos ejemplos tan distintos como la ingeniería y fabricación de electrónica Sogecam (Málaga) o la metalúrgica cordobesa Cunext Copper, que ha integrado en esta ciudad la trefilería de cobre que titulaba en Barcelona.

La información suele ser más noticiosa que sistemática y soportada en el análisis, es entendible el desinterés de las personas por lo que creen que no les afecta y la comunicación institucional se enfoca, comprensiblemente, en los éxitos y en lo más "moderno". Pero todo ello provoca un efecto pernicioso: la percepción de que Andalucía no es lugar apropiado para las actividades industriales, salvo las islas de industria básica heredadas de la dictadura y la agroindustria extendida por casi todo el territorio. No me cabe duda de que a ello han contribuido las crisis habidas en sectores de todo tipo, algún accidente importante y la creencia generalizada en una inevitable deslocalización hacia países con menor coste laboral y regulatorio. También ha contribuido, claro está, la pérdida de peso relativo de la industria en la composición del PIB y del empleo en cada una de las provincias -la tabla que muestra la evolución provincial es reveladora- y alguna que otra majadería sobre las industrias indeseables por obsoletas (¿será porque llevan mucho tiempo instaladas?), sucias (¿será porque los estándares europeos no son suficientes?) o sin imagen de tecnológicamente innovadoras (aunque compitan con éxito en mercados mundiales durísimos).

Ante esa percepción suele reclamarse que la Junta promueva el "impulso industrializador", requiriéndole que actúe con rasgos intervencionistas más propios del pasado. Cabe recordar que la gran industrialización española se produjo en los años sesenta, mediante una decidida política que combinaba la acción pública directa (INI), las restricciones a la competencia con concursos y autorizaciones para el establecimiento de fábricas, la financiación orientada mediante el Banco de Crédito Industrial y los coeficientes de inversión obligatorios para la banca privada, y la protección del mercado interior mediante aranceles y contingentes de importación aplicados a las materias primas, equipos y productos finales. Eso sí, las subvenciones eran bastante magras, apenas un 10% de la inversión en el mejor de los casos.

Evidentemente, esa política ni se podía repetir ni tenía sentido intentarlo, pero así hemos querido hacerlo de una u otra forma desde el principio de la autonomía. La Junta de Andalucía ha estado más volcada en hacer industria o en repararla que en facilitar que sean los empresarios los que lo hagan, aunque éstos no duden en pedirle árnica cuando tienen problemas. En definitiva, no se asumió con claridad que el papel público ha de centrarse menos en la promoción y mucho más en la mejora de los factores de competitividad que le corresponden: precio de la energía, regulación laboral y calidad de las normas y de la acción administrativas, amén del despliegue de infraestructuras. Los dos primeros competen a la administración central y creo que la orientación tomada es la conveniente y será beneficiosa para el futuro de la industria andaluza, renovables incluidas.

Pero hemos tenido casi la exclusividad en el tercero y para comprender los desafueros cometidos nada mejor que leer el artículo Un empresario en su laberinto de P. Ingelmo (Diario de Sevilla, 02/02/12). La profusión de normativa autonómica y aún nacional innecesaria o de baja calidad y unas administraciones poco proclives a crear un entorno adecuado para las actividades industriales se traducen en nuestra bochornosa posición en índices internacionales como Doing Business del Banco Mundial o Economic Freedom of the World del Insituto Fraser.

Los éxitos y fracasos empresariales habidos son ante todo responsabilidad de sus empresarios y que las políticas y acciones públicas no reemplazan su talento y su ambición o la falta de ellos, por muy voluntariosas y bien diseñadas que estén y de las que no faltan ejemplos sustantivos. Tampoco pueden reparar una pérdida irreversible de competitividad, por buena voluntad y abundantes recursos que se desplieguen, normalmente motivados por una intensa presión social. Y esto lo hemos hecho con frecuencia; baste recordar los casos de Cárnicas Molina que sobrevivió hasta el ERE final; Santana Motor de la que ahuyentamos al fabricante japonés; la prolongadísima reconversión del sector naval no sé si terminada; la mal reconvertida y peor vendida Intelhorce-Hytemasa; la no asunción de cuál podía haber sido una reorientación de Hytasa reducida en su tamaño; la destrucción sindical de ISA durante la transición y su posterior intento de salvación mediante Inverisa y sus derivadas, en algún caso ya por la tercera o cuarta y me temo que con algunos de los vicios originales.

A estos casos notables hay que añadir las numerosas empresas menos visibles amparadas por Soprea e IDEA y cuya trayectoria, a mi modo de ver, demuestra que la participación pública no es verdaderamente efectiva ni para el rescate de empresas con problemas ni para el lanzamiento de nuevos proyectos.

Sostengo, aunque pueda molestar, que la crisis de Delphi (Delco y Saginaw cuando se instalaron aquí a finales de los ochenta) era anticipable para quien se ocupase de conocer qué sucedía en su interior, cuáles eran los problemas de su matriz y qué estaba sucediendo en su mercado. De la misma forma, siento de verdad decirlo, no ha sido una sorpresa lo que también ha ocurrido en Visteon (antes Cádiz Electrónica), dado que su matriz estaba reduciendo capacidad en todo el mundo y que su producción local venía perdiendo competitividad desde hacía años. La falta de conversación provoca sorpresas casi siempre.

Hasta ahora las gestiones orientadas a la recualificación y recolocación, a veces forzosa, de los trabajadores de empresas en crisis no han sido precisamente un éxito. Lograrlo es siempre muy difícil, pero la experiencia muestra lo que no habrá que hacer en el futuro: ni perder el tiempo acusando al empresario ni buscar soluciones apresuradas en proyectos poco fundamentados, como ya lo fuera la fabricación de discos duros en la antigua fábrica de San Carlos y que parecen haberse repetido otra vez en la Bahía de Cádiz.

Poco fundamentados han sido también otros proyectos deslumbrantes, como la fabricación de teléfonos móviles por Vitelcom en el Parque Tecnológico de Andalucía en Málaga (PTA), tras cuyo fracaso la Junta trató de nuevo de forzar una solución al problema laboral, ahora con la complicidad de cuatro empresas regionales, muy dispuestas o forzadas según el caso, y asociadas en Servivation.

Pero lo sucedido en los más de 20 años en el PTA demuestran que es posible crear nuevas empresas en sectores tan exigentes como la electrónica y las telecomunicaciones si lo que está detrás de ellas es ingeniería con talento a la que añadir capacidad de fabricación cuando es oportuno. Con todos los problemas habidos, ha sido un éxito la traducción de las principales capacidades que Siemens, Alcatel o Fujitsu habían acumulado allí. Los ejemplos de AT4Wireless, esta sí un éxito público, o de Ingenia son elocuentes, entre algunos otros.

Y por si hubiera dudas, Andalucía es también la sede de una de las ingenierías más destacadas del mundo, Abengoa, a cuyo prolongado éxito y capacidad de reinventarse no es ajena la calidad de la formación local en Ingeniería Industrial, traducida también en empresas menos visibles pero tan competentes como Inerco, Isotrol, Green Power Tech, Alter (antes Tecnológica), Teams y las nacientes Adevice, Ingeniatrics o Navair -todo un éxito su participación en el satélite Vega lanzado hace unos días-, entre otras.

EN 2008 la aportación al VAB comenzaba por la Agroindustria, seguida de Energía eléctrica, gas y agua, Metalurgia y productos metálicos, Minerales no metálicos (que habrá decaído), Refino e Industria Química. El VAB y el empleo son las variables más importantes y las más conocidas, pero hablando de empresas quizá sea oportuno utilizar el valor de la producción. En Andalucía ocupa la primera posición Refino y químicas, es decir el grupo Cepsa y algunas actividades singulares en Huelva (Fertiberia), Sevilla (Persan, Brenntag Ibérica, Eurotex) o Almería (DSM Deretil). Muy cerca se sitúa una Agroindustria en la que el aceite y aceituna de mesa cuentan con actores tan potentes como Hojiblanca, Carbonell, Acesur o Migasa y Aceitunas Guadalquivir, Ángel Camacho o Aceitunas Sevillanas, acompañadas por una constelación de almazaras, orujeras y entamadoras cooperativas que creo abocadas a su concentración, habida cuenta de la situación de los mercados y los crecientes volúmenes de cosecha. La trayectoria y diversificación de Covap son admirables, pero se ve limitada por su naturaleza cooperativa y por la legislación andaluza. El subsector bebidas muestra una capacidad inusitada en cultivos y productos no clásicos y, afortunadamente, se producen cervezas propias -un éxito el de la granadina Alhambra-, amén de la importancia del embotellado de refrescos y de agua mineral. Y será oportuno mencionar de refilón las actividades almerienses en biotecnología (Koppert BS) y técnicas de cultivo, ya que los invernaderos avanzados son más una auténtica industria que una mera producción hortofrutícola.

En tercer lugar en valor de la producción, aunque ya a distancia, se encuentra una "Fundición y primera transformación de metales" que refleja la potencia de Atlantic Copper, Acerinox, Cunext Copper o, en menor medida, Siderúrgica Sevillana. Es elocuente que la agrupaciones Refino y Metalurgia hayan venido ganando peso relativo y constituyen ya nuestra posición más destacada dentro de la industria española, mientras que la Agroindustria sólo ha podido mantener la posición que tenía en 1993. Deberíamos preguntarnos el por qué de esto.

En Material de transporte ya apenas figura la automoción (FASA Renault, Sevilla) y ha menguado sobremanera la construcción naval, mientras que se ha desarrollado notablemente la aeronáutica. La laboriosa integración de CASA en EADS es todo un éxito, pero la industria auxiliar, o parte de ella, ha de terminar de transformar su comportamiento histórico: una dependencia casi absoluta, con excepciones, de la empresa tractora y unos apoyos públicos de todo tipo. Hay ejemplos muy destacados en el sector: Alestis, Aernnova, Aciturri, Elinco y otras de menor tamaño, como Aertec, que deberán ser capaces de ganar dimensión de una forma u otra, dada la política de relación directa con pocos proveedores y de gran tamaño que sigue Airbus.

Y en un orden distante, nuestra industria desde la prehistoria: la Minería metálica, nos seguirá deparando noticias satisfactorias, como anticipan a las claras las operaciones de Cobre las Cruces y Matsa, la vocación de reapertura en Riotinto ahora protagonizada por Emed Tartessus, y los nuevos proyectos, o las resurrecciones si se prefiere, en Lomero Poyatos, La Zarza e incluso Sotiel.

La andaluza es una industria más diversificada de lo que parece, con más peso en España del que solemos creer -el sector del mueble, por ejemplo- y muy capaz de competir en el mundo, tal como hace el Grupo Cosentino. Nuestro futuro está en nuestras manos, no cabe duda.

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