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De patanes y patanes

En España también hay quien vota entusiasmado propuestas que se basan en las mismas mentiras de Trump

Ajuzgar por las cosas que se han dicho estos días en determinados círculos, casi todos los votantes de Donald Trump eran un hatajo de patanes que no sabían hacer la O con un canuto y que se creían a pies juntillas todas las trolas que les contaban. Y lo bueno del caso es que han dicho estas cosas los mismos que se proclaman firmes defensores de la democracia y de la gente común. Es cierto que esos electores norteamericanos votaron a un tipo horrible y maleducado que decía cosas escalofriantes, pero hay un tufillo muy reaccionario en la mayoría de críticas contra los votantes de Trump. Porque -y esto es aún más vergonzoso- se habla de ellos como si en España no hubiera votantes crédulos que se tragan cualquier trola, por inverosímil o irrealizable que sea.

Pues siento decirlo, pero en España también hay mucha gente que vota entusiasmada propuestas que en realidad se basan en las mismas mentiras y en las mismas promesas imposibles que hace Trump. En Cataluña, sin ir más lejos, hay millones de personas que creen a pies juntillas que no van a necesitar un ejército cuando sean independientes, porque la República Catalana se defenderá de los yihadistas -o de quien sea- soltando globos de colores decorados con una hermosa sonrisa de amistad. Y por la misma razón, esos millones de personas dan por un hecho incontrovertible que separarse de España no significará salirse de la Unión Europea ni del euro, sino todo lo contrario. Pero claro, esos electores son personas juiciosas y cívicas, mientras que los pobres votantes de Trump son un rebaño de homínidos. ¿A que sí?

Y no olvidemos que en España también hay millones de electores que creen que el "derecho a decidir" es una suprema manifestación de madurez democrática, sin darse cuenta de que ese supuesto derecho lo podría exigir Marbella, por ejemplo (y espero no dar ideas a nadie), si cayera en manos de un nuevo Jesús Gil que prometiera convertirla en un paraíso fiscal que le haría la competencia a Gibraltar y que sería mucho más rica porque no tendría que compartir sus ingresos fiscales con nadie. Pero que nadie se preocupe, porque quienes votan a favor del derecho a decidir son personas de una clarividencia visionaria -la vanguardia del pensamiento-, mientras que los descerebrados sin remedio son esos desgraciados que votan a Trump. ¿Cómo vamos a fiarnos de ellos?

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