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Los ciriales

José / Joaquín / Gómez

¡Qué peligro!

EL próximo domingo es sin duda unos de los días más entrañable de las vísperas en el que ya casi tocamos con las manos la Semana Santa. Domingo de Pregón, de besamanos y besapiés.

Miles de cofrades saldremos a la calle a visitar los templos en los que las imágenes bajan a nuestra altura y nos ofrecen sus manos o sus pies en los que depositar el beso de nuestra oración. Pero, ¿son de verdad estos actos ocasión de oración y culto o, por el contrario, su celebración se queda reducida a la contemplación de un montaje más o menos espectacular?

Evidentemente ello dependerá de cada persona que acuda a ese acto y de todo habrá en la viña del Señor, pero me temo que en no pocas ocasiones nos detengamos más en comprobar cómo está vestida la Virgen, cómo han puesto las flores y cómo se ha hecho el montaje, saliendo del templo sin haber rezado ni tan siquiera un padrenuestro.

Es cierto que no podemos entrar en el interior de cada persona que acude a un besamanos, pero sí podemos y es nuestra obligación ayudar a crear ese ambiente necesario de recogimiento que invite a la oración y a esa otra forma tan hermosa de rezar como es la contemplación, evitando corrillos de charla en las naves del templo, manteniendo el silencio en el interior del mismo, o celebrando algún acto o ejercicio de piedad que infunda ese carácter cultual que no puede perderse. Da pena entrar en muchas ocasiones en un besamanos y pensar que te encuentras en el patio de un colegio en la hora del recreo.

Que peligro supone que nos quedemos sólo y exclusivamente en lo superficial, sin detenernos en la proximidad de la imagen y en la ocasión de encontrarnos cara a cara con ella, de enfrentarnos a su ojos, de sentir el calor de sus manos, la dulzura de su mirada, el cobijo de su manto y la protección de su ternura.

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