Fragmentos

Juan Ruesga Navarro

e l péndulo

DURANTE años, por no decir siglos, la actividad cultural en España ha sido cosa de dos: Madrid y Barcelona. Nada pasaba o al menos eso parecía, fuera de esas dos ciudades y quizás en parte era verdad. La ley del péndulo hacía que una u otra fueran las únicas protagonistas de las temporadas teatrales y musicales, los premios literarios y otras manifestaciones. La vida cultural se concentraba en las dos ciudades y el resto de España eran "las provincias". Poco más que un mercado donde probar y vender sus productos.

El Estado de las Autonomías, ahora cuestionado por su complejidad, ha acercado los centros de decisión y más en materia de cultura, donde se transfirió a las comunidades autónomas la práctica totalidad de las competencias en esta materia. Sin embargo, Cataluña y Madrid siguen marcando las directrices aún hoy. En esa línea, Andalucía se mostró como una comunidad con potencial, por tamaño y creatividad, para acoger certámenes, empresas e iniciativas del sector cultural con la opción de su proyección en toda España y más allá. Pero la verdad es, que pasados los años, no hemos dado el salto cualitativo que esperábamos. Nuestros puntos fuertes y nuestras debilidades siguen siendo las mismas. Se ha hecho un esfuerzo de nuevos teatros, museos y otras infraestructuras culturales, pero la gestión sigue siendo fragmentaria y no ha dado el fruto adecuado. Las directrices de la política cultural son demasiado dependientes de los impulsos públicos. No hay estabilidad y continuidad en las directrices. Y no hablo de subvenciones sino de capacidad de apoyo del sector público al sector cultural andaluz que reivindica su papel como factor de desarrollo por sí mismo, con la creación de empleo y riqueza a través de numerosas pequeñas y medianas empresas culturales. Con el nuevo gobierno autonómico, su organigrama, prioridades y presupuesto para fomento de las actividades culturales, veremos. Un primer buen síntoma ha sido recuperar la Consejería de Cultura.

Nuestro objetivo debe ser que el péndulo de la hegemonía cultural llegue hasta Andalucía en sus oscilaciones. Ninguna ciudad andaluza por sí misma tiene esa capacidad, pero podemos definir una red que se apoye en el eje Sevilla-Málaga, y parece que hay sintonía e impulso para ello en ambas ciudades. E ir sumando. Córdoba, Granada, Jerez, Cádiz, Antequera... Hay que constituir una masa crítica de primer orden en población, territorio, infraestructuras culturales e iniciativas, tanto en el sector privado como público. Estos ejes y núcleos, bien articulados, pueden equilibrar el potencial de otros centros como Madrid, Barcelona, Valencia, la tres capitales vascas, etcétera. Y permitir acoger festivales, eventos, circuitos, y tener capacidad de competir con empresas y proyectos importantes, que encuentren entre nosotros las infraestructuras y los apoyos necesarios para su implantación y desarrollo. Convertirlo en realidad no es fácil, pero es tarea de los andaluces. De los dirigentes regionales y municipales y del sector privado. En materia cultural tenemos que aprender a ser algo más que un conjunto de ciudades.

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