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La crónica económica

Rogelio / Velasco

Las perspectivas empeoran

Ala espera de la comparecencia de Bernanke ante el Congreso norteamericano para explicar las intervenciones de la Reserva Federal en las crisis inmobiliaria y financiera, las bolsas mundiales están sufriendo esta semana la resaca del rescate de Freddie Mac y Fannie Mae, las compañías semiestatales que adquieren títulos hipotecarios de otros bancos en el mercado mayorista. La excepcionalidad de las medidas, ha removido los cimientos de todos los mercados internacionales, porque se teme que lo peor de la crisis aún no haya pasado y exija a las autoridades a realizar intervenciones no vistas desde la crisis de 1929.

En España, la mayor suspensión de pagos de nuestra historia financiera ha contribuido también a que el Íbex sea el índice que más ha caído entre los grandes mercados europeos. Lo que estaba anunciado, ha sucedido. La caída del precio de la vivienda -al que aún le queda un considerable recorrido a la baja- ha arrastrado el valor de los activos de la inmobiliaria, porque ni el suelo, ni las viviendas en construcción o acabadas, reflejaban la cotización de la compañía en bolsa. Los bancos no han querido arriesgar más recursos, forzando el concurso de acreedores.

Pero aunque los más de 5.000 millones en que se valora la suspensión de pagos sean muy aparatosos, los efectos económicos son más de carácter psicológico y financiero que reales. El valor de todos esos activos se va a ajustar a la baja, lo que contribuirá a situarlos en niveles más sostenibles a largo plazo. Los bancos prestamistas sufrirán pérdidas, pero son todos entidades fuertes y aguantarán. Los accionistas sufrirán la mayor pérdida por la caída de las acciones. Y la plantilla que despide la empresa, aunque ésta sólo alcanza 800 empleados.

Pero no habrá más pérdidas de carácter real, porque los activos siguen ahí, aunque se vendan finalmente con algún descuento. Queremos decir que, desde el punto de vista económico, no es indiferente en qué sector se encuentre la empresa que suspende pagos. Si se trata de un fabricante de bienes de equipo o de tecnología, que no puede superar la suspensión o lo hace muy debilitado, sí representa una pérdida con carácter permanente y real para la economía que lo sufra.

Las crisis económicas son siempre dolorosas, porque afectan a empleados que pierden sus puestos de trabajo. Pero tienen también aspectos positivos. Empresas ineficientes que desaparecen y dejan paso a otras más competitivas; activos sobrevalorados que se ajustan y justificaban su valor por la economía de casino que los impulsaron; un proceso de destrucción creadora que permite asignar los recursos a nuevas empresas, nuevos productos, nuevas tecnologías, que generan riqueza y empleo sostenibles.

Durante este año económico, no recordaré sólo la suspensión de pagos de esta semana. Me acordaré, más bien, de la expansión internacional del Santander en el Reino Unido y del BBVA en EEUU; de las plantas solares de Abengoa y Acciona en Arizona y Nevada; de las desaladoras y nuevas autopistas de ACS en Australia; de la gran gestión de Ferrovial en Heathrow; o de la autopista Transpennsylvania de Abertis. Nuestro futuro no se encuentra en construir más casas que el resto de Europa, sino en estos sectores y empresas.

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