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El poliedro

De peso pesado a 'welter'

Ordóñez exige a bancos y cajas que saneen sus balances dando un tajo al valor contable de sus inmuebles

DEMASIADAS cosas insospechadas han sucedido en estos días: Zapatero ha enviado a Salgado a Londres a calmar a esa bestia mediática llamada Financial Times (FT), que nos flagela sin piedad y nos llama "torpes", para acabar dándonos la de cal con un "España no es Grecia"; las teorías conspiratorias contra el propio Zapatero han saltado al aire por boca de José Blanco -el caporegime del presidente-, a quien precisamente FT ha llamado sin empacho "paranoico" en uno de sus blogs; nos han señalado arteramente como los verdaderos culpables del batacazo del euro, haciendo caso omiso del altísimo componente especulador que está siempre tras estas debacles transitorias, como también lo ha sido la caída correlativa de la propia bolsa española en estos días: cuando el broker huele sangre, lo mismo le vale la realidad que un rumor. Esta semana, en fin, el Banco de España ha lanzado la primera estimación de cuánto se está recortando nuestra economía y, paralelamente, deberá contraerse nuestro nivel de vida: un 20%. No lo ha dicho directamente, es cierto.

En realidad, Fernández Ordóñez (gobernador del Banco de España y a la vez gran mosca cojonera del Gobierno que lo nombró) lo que ha hecho es exigir que mengüen los activos inmobiliarios que figuran en el activo de los balances de bancos y cajas, que crecieron por la compra de solares y pisos, y que no dejan de crecer por culpa de los impagos hipotecarios. Los bancos son los principales propietarios inmobiliarios del país (unas 100.000 casas) y lo que en sus balances figura como "Activos no corrientes a la venta" empiezan a ser activos corrientes que no se venden nada bien. Es decir, deben reducir su patrimonio inmobiliario -contable, sí, pero que no deja de ser el valor de referencia para casi todo- en una quinta parte. Como si usted debiera perder quince de sus ochenta kilos de hoy para mañana. O como a un púgil al que obligan a bajar de categoría, de pesados a welter, para poner su pegada y su encaje a la altura de sus verdaderas posibilidades. Un saneamiento que, eso sí, debe dar mayor garantías a sus cuentas… a la vez que mete las cabras en el corral a las mayores poseedoras de casas y suelo de entre las entidades financieras españolas: las cajas, a las que con esta medida Ordóñez fuerza, por un lado, a buscar socios fuertes mediante fusiones o ventas y, por otro, a poner a la postre casas en el mercado a precios realmente bajos. En realidad, dicho sea de paso, los pisos bajan de precio porque no tienen quien los compre, y no tanto porque la distancia entre el valor razonable de uso y el de venta (es decir, la burbuja) no se haya corregido suficientemente. De hecho, la recuperación del mercado de primera vivienda, siendo lenta, es un hecho, de manera pareja al repunte de las hipotecas. El suelo es la gran incógnita del sector, parado cual estatua de sal de Sodoma y Gomorra.

Si nuestra crisis es una crisis derivada de la dependencia del ladrillo y el crédito barato a mansalva, las enfermedades de los bancos son en buena medida equivalentes a los de las familias y las empresas, y también al agregado macroeconómico de éstas. Por ello, la estimación del peso que debe perder la banca que hace el Banco de España no deja de ser una medida válida de lo que nuestra economía y nuestro tren de vida debe contraerse para intentar renacer: cuando Paul Krugman y otros oráculos exteriores hablaron de reducciones parecidas en precios y otras magnitudes en España, nos quedamos a cuadros. Y lo de Krugman fue hace menos de un año, en la sede de la CEA. Muchos nos preguntamos a qué precios se refería cuando hablaba de un 15% de deflación: no dábamos crédito a una receta que suponía sangre, sudor y lágrimas. Se refería al nivel general de precios y de vida. Como indirectamente hace Fernández Ordóñez, cuyas recomendaciones ya suenan bien al Ejecutivo: a la fuerza ahorcan.

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