TIENE que ser hoy cuando el Sevilla empiece a despejar dudas sobre sus posibilidades reales en este curso. El calendario está siendo, además, muy a propósito para que Antonio Álvarez termine de ajustar la maquinaria y se dé opción a que afloren los automatismos imprescindibles para la buena marcha del equipo. En La Rosaleda hubo momentos en que se dio mucho pie al optimismo, sobre todo cuando el equipo se rebeló consigo mismo tras el gol malaguista. De ahí al descanso, el Sevilla hizo lo mejor de cuanto llevamos de ejercicio, aunque luego levantase el pie del acelerador para limitarse a manejar a un flojo rival.

La sensación que el Sevilla dio desde el gol de Rondón al de Martín Cáceres es la que debería ser habitual. Incluso lo ofrecido en gran parte del choque con el Deportivo y en el que únicamente faltó el gol que signase tan buena demostración. Lo de agosto no es cuestión de repetirlo porque se llevaría por delante muchas cosas, habría demasiados daños colaterales y la cabeza de Álvarez pasaría de oler a pólvora a cuestiones peores. Quiere, por tanto, decirse que esta noche ante los cántabros tiene el Sevilla la obligación de reafirmar su reacción en Málaga y no sólo sacando adelante los puntos, sino dándole pie a su gente a seguir confiando en él.

Y otro apartado no menos importante es la prioridad del equipo sobre los individuos. O sea que no puede circunscribirse a las espectaculares carreras de Zokora ni a los desbordes de Perotti, quizá los futbolistas que mejor nivel están mostrando en estos albores. Y no es que el equipo esté adoleciendo de defectos en el ajuste fino, sino que cae demasiado en lagunas donde no existe el menor síntoma de sincronización. Afortunadamente, el sorteo liguero ha sido bonancible, el adecuado para que el rodaje no sólo no resulte cruento, sino que está siendo hasta muy provechoso de cara a la clasificación. Hoy llega el Racing, otra buena piedra de toque, aprovéchese pues.