Qué frío ayer cuando el sol iba ganando la batalla, un sol tímido como suele ser el sol en cada amanecida invernal. Desiertas las calles, enero en su papel, con los mercurios desplomados y la sensación de siempre en estos casos, ¿por qué no nieva si más frío no puede hacer? Encanto de ciudad fantasmagórica, como de día después, sin apenas rastro de vida por sus calles y cuando embocas Matacanónigos ya es cuando más claro tienes que el frío en Sevilla no tiene el cartel que merece. Mucha literatura vertida sobre la maravilla de la lluvia en Sevilla, los sentidos azuzados por la primavera o esa luz tamizada del otoño, inconmensurable cuando se refleja en esa paleta que es la fachada de San Telmo, pero qué poco se ha escrito del frío de Sevilla. Ayer, cuando la ciudad estaba desierta en una amanecida terrible, el frío de Sevilla daba para una extensa oda por entregas.