NO hace falta ser de ningún equipo para poder afirmar que el arbitraje que sufrió el Chelsea el pasado miércoles en Stamford Bridge en la vuelta de semifinales de la Liga de Campeones podría estar perfectamente catalogado en la categoría de vergonzoso. No hace falta ser de ningún equipo para poder afirmar que el noruego Tom Henning Ovrebo pasó por alto al menos tres claros penaltis en el área del Barcelona. No hace falta ser de ningún equipo para constatar que no se había producido un arbitraje tan parcial en la historia de la Liga de Campeones.

Todo esto es un hecho, tan cierto como que el Barcelona mereció pasar a la final del próximo 27 de mayo en Roma y esperemos que, por el bien del fútbol, gane la Liga de Campeones y todo aquello que dispute si sigue jugando así. Lo que de verdad chocan son las declaraciones realizadas por Guus Hiddink al término del encuentro. Según el entrenador holandés, el miércoles asistió al peor arbitraje que él recuerda haber visto en su vida.

Pues bien, señor Hiddink, como su memoria parece ser bastante corta o selectiva, vayan estas líneas para recordarle dos partidos en los que usted estuvo presente y cuyos arbitrajes resultaron bastante vergonzosos. El primero de ellos fue un Corea-Italia jugado el 18 de junio del año 2002. La actuación del colegiado ecuatoriano Byron Moreno a favor de los asiáticos desató tal oleada de críticas que hasta la Federación Italiana se planteó abandonar la FIFA.

El segundo fue un Corea-España jugado el 22 junio del año 2002. El hacer del egipcio Al-Ghandour aún no se ha olvidado. Los goles anulados a Baraja y a Morientes pesan aún mucho en el imaginario colectivo, pero… ¡Ay! El señor Hiddink estaba en esos dos encuentros en el banquillo local y no habló de malos arbitrajes. Ni aunque fueran, que lo fueron, mucho peores que el del miércoles en Londres.