José Ignacio Rufino

Tanto tienes, tanto 'pones'

CON la bolsa de deporte en ristre, un hombre de mediana edad y apariencia de profesional libre entra en el lounge del club adonde acude tres veces en semana a apuntalar su cuerpo cincuentón. Se topa allí con una conocida e intercambian unas palabras:

-¿Qué tal?

-Pues aquí, a ver si me pongo en forma y me hago merecedor de tus favores.

-No, no. No te enteras. A las mujeres nos importa el encanto en un hombre, no lo macizo que esté. (Lo cual dice con evidente sorna, acompañando la palabra "encanto" con un frotar de los dedos pulgar y corazón, en inequívoca alusión al parné).

Valga esta escena de juguetón roneo entre maduritos para ilustrar en la práctica una hipótesis que esta misma semana ha circulado por los medios: los orgasmos femeninos son más intensos cuanto más grande tenga el amante... la cartera. ¿Un amigo, un confidente, un cómplice? Nada de eso; eso se reserva para los amigos homo. ¿Romanticismo, sorpresa, delicadeza, sentido del humor? Pueden valer, y seguro que no están de más. Pero no contribuyen al clímax de ellas, o no tanto como el rumbo de él. Toda la vida suavizándose uno las maneras y la línea, para esto. Vengan técnicas respiratorias y musiquitas para nada. Tanto tienes, tanto pones.

No lo digo yo, Dios me libre. Lo dice, y lo justifica con datos, un investigador de renombre en Psicología Evolutiva de la Universidad de Newcastle: "La frecuencia de los orgasmos de las mujeres se incrementa con los ingresos de su pareja". Ya lo apuntaba, desde la periferia industrial milanesa, Adriano Celentano: "Chi non lavora, non fa l'amore", que le decía al currante su mujer, en huelga de uso del matrimonio. Políticamente incorrecto a más no poder, Thomas Pollet -que no de otra forma se llama el científico inglés- afirma que el orgasmo depende mucho de la renta y el patrimonio del partenaire masculino. Señores, calidad y cantidad... ¡sí era lo mismo! Cantidad de dinero en la cuenta y en los ladrillos y en las cestas de inversión. Los ingresos de la pareja tienen que ver con el orgasmo, y mucho, si es que nos creemos a este cenizo. No han investigado, según creo, qué pasa con los contactos extramaritales y los que se dan entre solteros. Estaremos atentos a ulteriores progresos de la teoría. Mucho me temo que la influencia del factor billete se diluye en estas otras circunstancias. Hogar, dulce hogar, sí. Pero más dulce si es con pasta.

El estudio es exhaustivo, pero hay un dato que mueve al escepticismo: las 1.500 mujeres entrevistadas eran chinas. No sé si los menos opulentos deben relajarse, dada la distancia geográfica y cultural. Por cierto, un dato del estudio reduce la ansiedad, la verdad: sólo un 10% de ellas alcanzaba "siempre" el orgasmo; casi un 50% sólo "a veces"; algún calambrillo de dudosa naturaleza y poco más. Cariño, abrevia.

Andalucía no es China, de momento, y no sé si es de recibo extrapolar aquí la ya de por sí caleidoscópica realidad amarilla. Sea como sea, al hilo de esta cuestión nada baladí, también esta semana hemos sabido que el hombre sureño hace con menos frecuencia la compra doméstica que la mujer. Hasta ahí, nada sorprendente. Sí lo es, o al menos resulta paradójico, el hecho de que, en el carrito del hombre, pesa más la calidad que el precio, que podemos asociar a cantidad en el caso del hipermercado. Es un clásico atribuir al hombre aquello de "cuanto más, mejor", pero ya vemos que no es así con las cosas de comer. Para que veamos que las necesidades inferiores de Maslow -entre ellas, la comida y el fornicio- no se pueden meter en el mismo saco. Resulta mucho menos complicado comer bien que... también de momento, que la cosa está muy mala. Y permitan la sorna.

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