La ciudad y los días

Carlos Colón

No pongas tus sucias manos sobre...

Siento por la interpretación -tan dada a degenerar en abuso interpretativo- idéntica antipatía, sino más, que la mostrada por Susan Sontag en su clásico Contra la interpretación: "Nuestra misión -escribía- no consiste en percibir en una obra de arte la mayor cantidad posible de contenido, y menos aún en exprimir de la obra de arte un contenido mayor que el ya existente… La función de la crítica debiera consistir en mostrar cómo es lo que es (…) y no qué significa".

Esta antipatía se convierte en aversión cuando el intérprete -sea a través de la crítica, la ejecución o la puesta en escena- se pone la obra por montera para lucir su musculatura creativa a costa del desdichado autor, cuya obra queda a merced del capricho de quien, indudablemente, posee menos talento que él (u otro talento subordinado a la obra). Cuando esto pasa la soberbia convierte la interpretación en la traidora traducción del traduttore, traditore.

Es lo que ha sucedido con el escándalo que la escenificación de la ópera Sansón y Dalila de Saint-Saëns está provocando en Colonia. De entrada, el teatro se ha visto obligado a recomendarla para mayores de 16 años. A continuación, 28 de los 64 miembros de coro se han dado de baja; algunos, que sufrieron las guerras balcánicas, presos de ataques de ansiedad. Después, se cayeron del cartel la mezzosoprano Tilman Knabe, el barítono bajo Samuel Youn y el bajo Ulrich Hielscher. Por último, el estreno, que debió producirse el pasado viernes, ha sido pospuesto -según el teatro- por una infección viral de la cantante Ursulla Hesse. ¿A qué se debe todo? A la estupenda idea del director (traductor-traidor) Tilman Knabe de trasladar la acción de la antigüedad al presente; convertir el conflicto histórico-bíblico entre hebreos y filisteos en el actual conflicto entre Israel y Palestina; ensordecer a los espectadores con el estruendo de armas de fuego automáticas; horrorizarlos poniendo en escena una violación masiva, y asquearlos esparciendo por el escenario y sobre los intérpretes 8.000 litros de sangre (falsa, menos mal).

El director de la Ópera de Colonia ha fingido sorprenderse por el escándalo y ha declarado: "¡Si comparado con el Macbeth de Jürgen Gosch presentado en Dusseldorf es un cumpleaños infantil!". Hay que comprenderle: aquel Macbeth -¡pobre Shakespeare!- era representado por actores en pelotas que se entregaban a truculentos excesos sanguinarios y escatológicos (líquidos, sólidos, semi sólidos y gaseosos). Interpretaciones. Recuerdo el título de un famoso texto de Manuel Vicent: "¡No pongas tus sucias manos sobre Mozart!".

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