SI nos damos un paseo por Europa y vemos que el Manchester United le ha hecho en dos semanas ocho goles al Arsenal y cinco al Bolton (pleno de victorias en la Premier con 18 goles a favor y tres en contra), que el Manchester City le ha hecho cinco al Tottenham y tres al Wigan (pleno de victorias con 15 goles a favor y tres en contra) o que el Bayern le ha hecho tres al Kaiserslautern y siete al Wolfsburgo (pleno de victorias en la Bundesliga con 16 goles a favor y uno en contra) tendremos que convenir que el fútbol europeo es una porquería. Al menos según los parámetros que siguen algunos.

Pero no es así. Pese a que el reparto de los ingresos por derechos de televisión es mucho más equitativo en Inglaterra y en Alemania, allí los grandes también marcan diferencias. Y es que la llave maestra no son los derechos de televisión. Apelar a ellos, clamar ante el pueblo y llamar a revoluciones diversas queda muy bonito para los titulares, pero no implica tener razón. La razón se tiene, no se chilla ni se impone. La razón reside también en analizar por qué ha fracasado y no se revisa en serio el modelo de sociedades anónimas deportivas, cómo se resuelve la falta de patrocinadores generada por la crisis mundial, cuánto han dejado de aportar los asfixiados ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas a aquellos clubes sostenidos por estos organismos, por qué no desciende un club que se acoge a una ley consursal, por qué no se avanza en el establecimiento de un tope salarial para las plantillas…

Real Madrid y Barcelona van a presentar presupuestos cercanos a los 500 millones de euros, que no se cubren sólo con lo que reciben por la televisión. Entre otras partidas está el dinero recibido por la participación en las competiciones europeas que arrancan esta semana. Y allí estarán, lamentablemente, todos los equipos clasificados para ellas menos uno que no hizo los deberes: el Sevilla Fútbol Club.