LA elección de Maribel Montaño como portavoz del gobierno municipal pone a la delegada de Cultura en la tesitura de dedicar o no fines de semana y parte de sus vacaciones a ponerse al día en multitud de temas de la ciudad de los que habrá de hablar con el fundamento que no posee aún porque su trayectoria política ha ido por otros derroteros. Otra opción es que el sanedrín socialista confíe en reforzar la figura del apuntador de portavoz. Para que a Montaño le pasen más guiones e informes con el fin de que sepa a qué atenerse sobre lo que debe decir o eludir en relación a los mil y un asuntos de los que sí tienen conocimiento directo Gómez de Celis, Carrillo y Fernández, los tres concejales que llevan muchos años saliendo a la palestra (y al quite, y a portagayola) para tirar de oficio a la hora de vender los planes municipales, responder a bote pronto a las denuncias de la oposición y evitar que el alcalde dé la cara en los temas incómodos.

A Montaño lo que le tocaba en suerte era dedicarle al Área de Cultura todo el tiempo que no le ha aportado durante un año, dado que para su partido (y para ella) la prioridad era el desempeño desde Madrid de la secretaría de Igualdad en el Comité Federal. En Sevilla, la gestión cultural merece dedicación plena, y el parón es evidente. Ahora que tiene en el Ayuntamiento ración extra de tareas y responsabilidades, el listón de aptitud y dificultad como portavoz se lo van a poner los periodistas que cubren habitualmente los cabildeos en la Plaza Nueva. En una de sus primeras comparecencias, Montaño anunció los desembolsos para ampliación de capital en Lipasam y Tussam. Cuando le preguntaron sobre el particular, admitió que no podía precisar la razón concreta que motiva esas ampliaciones.

El apuntador de portavoz ha de estar más despabilado para prever contingencia tan obvia. Aún quedan periodistas que preguntan. Y aún no impera en Sevilla la maniobra de convertir al político en un busto parlante que no admita preguntas.